Sunday, January 3, 2010

La quinta frontera

Al momento (enero 1, 2010) hay cinco países musulmanes que están recibiendo ataques de Estados Unidos. Los primeros dos fueron Irak y Afganistán. Por razones geográficas, la ocupación de Afganistán produjo el bombardeo a Pakistán (ambos países hacen frontera). Ya que las operaciones de la CIA en Somalia y Yemen han escalado y sus consecuencias están empezando a hacerse sentir, no es injusto calificar estos países como dos nuevas fronteras de enfrentamiento bélico (como hace Glenn Greenwald, en una entrevista con Democracy Now!). La sexta frontera bien podría ser Irán, si todo sigue como va.

Los iraquíes recibieron el año nuevo con la noticia de que la Corte del Distrito Federal dejó caer los cargos en contra de Blackwater Worlwide (o Xe Services, como se llama la compañía ahora) por la matanza de Nissour el 17 de septiembre de 2007. Blackwater es una de las más conspicuas compañías de mercenarios que el gobierno de los Estados Unidos contrata para dar servicios militares en los países que ocupa. Regularmente se señala que Blackwater parecería estar por encima de la ley, ya que no rinde cuentas por los crímenes marciales que comete. El 17 de septiembre de 2007 ametrallaron y bombardearon una calle llena de civiles porque pensaron que estaban siendo atacados. El saldo fue de 17 muertos y 27 heridos. Se acusó a cinco empleados de Blackwater, pero el juez federal desestimó los cargos porque la fiscalía fundamentó su caso en testimonios presentados bajo una promesa de inmunidad (NYT 1/1/2010). Este último incidente con Blackwater es una pequeña ilustración de la situación en Irak, un país destruido, cuya población civil muerta por causa directa de la invasión norteamericana ronda ya por los 100,000.

En Afganistán, el 2010 se despide con el ataque a una base de la CIA que dejó un saldo de ocho norteamericanos muertos; en otro incidente, murieron cuatro soldados y un reportero canadienses. Ambos ataques se efectuaron el 30 de diciembre. Dos días antes, diez civiles afganos murieron en un bombardeo de la OTAN en la provincia de Kunar; según parece, ocho eran niños. No se puede descartar una relación de causa y efecto entre los ocho niños afganos muertos el 28 de diciembre y los ocho empleados de la CIA un par de días después. El Talibán, de hecho, dejó claro que se trata en efecto de una represalia por los bombardeos norteamericanos (WSJ 2/1/2010). Es intensamente lamentable que una ojeada al periódico cualquier día del año presenta panoramas idénticos, que se repiten constantemente. Las persistentes bajas civiles (o asesinatos, si queremos prescindir de eufemismos) claramente aumentan la matrícula terrorista, ya que son cada vez más los civiles que ven morir a sus familiares, amigos y compatriotas en una ocupación violenta.

Hay varias formas de lidiar con el mortal círculo vicioso de la violencia en Afganistán. Uno de ellas es retirar las tropas invasoras, hacer reparaciones económicas y dejar que los afganos resuelvan sus problemas (y los que les hemos añadido) a su manera, lenta y penosamente, como usualmente pasa en países arrasados por la guerra. Otra opción es agregar 30,000 soldados más a la contienda, incrementar los bombardeos, intervenir en las elecciones, comprometer los recursos del país a inversiones extranjeras. Ya sabemos qué opción ha elegido la administración de Obama.

La situación en Afganistán empeora día a día, por razones obvias. Las víctimas civiles en ese país subieron un 10% en el 2009, bajo la administración de Obama, según reporta la ONU. En el 2007, el 46% de las muertes civiles eran causadas por las milicias y terroristas locales; hoy día, el número ha subido a un 60%, en un conflicto que se torna cada vez más fratricida.

Igualmente fratricidas son las consecuencias de la intervención norteamericana en Pakistán, aunque no sean estas las únicas causas de la confusión violenta de este país. Ciertamente, al menos 500 personas han muerto en atentados terroristas en Pakistán en los últimos tres meses (WSJ 1/1/2010). El 2010 abre con una explosión en un juego de voleibol en el que murieron 95 personas. Esto fue un viernes; el lunes de esa misma semana, 43 personas murieron en otro atentado. La violencia terrorista de Pakistán cada vez más cobra los visos de la iraquí.

Si bien es cierto que los problemas del país no son atribuibles íntegramente a la presencia norteamericana, es insensato ignorar la historia de colaboración entre Estados Unidos y fuerzas represivas paquistaníes. Un ejemplo tras otro prueba lo obvio, que no es ningún gran descubrimiento: la violencia engendra violencia. El ataque norteamericano de Chenagai, el 30 de octubre de 2006, dejó un saldo de 80 muertos y provocó una represalia en la que murieron 42 soldados paquistaníes. Dos años más tarde, en octubre de 2009, una explosión que mató a un centenar de personas inocentes le dio la bienvenida a la Secretaria de Estado Hillary Clinton.

El caos en Pakistán ha llegado a tal nivel que las Naciones Unidas han retirado una tercera parte de sus trabajadores del país, por temas de seguridad (WSJ 31/12/2009).

En el discurso con el que recibió su premio Nóbel, el Presidente indicó que los Estados Unidos no pueden luchar solos para salvar al mundo. Mencionó el caso complicado de Somalia, un estado fallido, “en donde el terrorismo y la piratería se unen con la hambruna y el sufrimiento humano”. Un par de semanas más tarde, Obama anunciaba que “seguiremos usando todos los elementos que estén en nuestro poder nacional para perturbar, desmantelar y derrotar los extremistas violentos que nos amenazan, vengan de Afganistán o Pakistán, Yemen o Somalia”. Se sobreentiende con esto que el país empobrecido, hambriento y sufrido de la charla del Nóbel recibirá el tratamiento militar de los otros países. Inglaterra, por supuesto, se suma a la iniciativa estadounidense, según reporta AFP en la página web de Yahoo. El mismo día que informa de la buena disposición de Gordon Brown de incrementar la intervención económica y militar en Yemen y Somalia (3 de enero de 2010), aparecen dos noticias más relacionadas con Somalia: la de un somalí que intentó matar al caricaturista que hace años hizo un controvertido dibujo de Mahoma y la de los últimos dos barcos que fueron secuestrados por piratas somalíes. La inclusión de estas dos noticias es reveladora, y de seguro estaremos oyendo noticias nefastas sobre somalíes en los próximos meses. La primera noticia insiste en que el hombre es somalí al menos ocho veces. La segunda noticia toca un tema mucho más colorido (los piratas), y —como se ha hecho con el término “narcoterrorismo”, en el cual se fusionan dos términos básicamente contrapuestos para construir una entelequia antagonista con un cierto grado de uniformidad— de seguro afanará a más de un comentarista estrechar lazos entre los terroristas de la primera noticia y los piratas de la segunda. Ha habido trifulcas entre los islamistas y los piratas, y la propaganda se renueva cuando parece anquilosarse, por lo que es posible que se hable mejor de causas en común que han llevado a un estado fallido en donde ambas realidades coexisten. Obviamente, las explicaciones estarán parcializadas.

Los Estados Unidos han estado interviniendo en Somalia desde hace décadas. Como en los otros casos mencionados en este ensayo, no se puede atribuir responsabilidad a los Estados Unidos de todos y cada uno de los problemas de Somalia, pero tampoco se puede relegar la responsabilidad a un plano menor.

Al presente, Somalia atraviesa una guerra civil. La guerra empezó en 1991 como una insurrección en contra del dictador militar Mohamed Siad Barre, a quien los Estados Unidos apoyaron económicamente (incluidos millones de dólares anuales para armamento). Siad Barre le entregó grandes concesiones a compañías norteamericanas justo antes de ser derrocado: resulta que Somalia podría poseer buenas reservas de petróleo. Cuando el país quedó en un caos total, las Naciones Unidas intervinieron en un par de operativos: la meta de distribuir ayuda humanitaria se vio impedida por la violencia de los caciques militares. Luego de la Batalla de Mogadiscio de 1993, en la que murieron 19 soldados norteamericanos y casi mil somalíes, los Estados Unidos retiraron sus fuerzas militares. Una década más tarde, luego de un fallido intento de un gobierno federado, dos fuerzas intentaron reestructurar el país, la Unión de Cortes Islámicas y la Alianza para la Restauración de la Paz y el Contraterrorismo. A esta última, la CIA apoyó económica y estratégicamente. Aunque nadie ha afirmado que la primera era una solución excelente (“a hard-line Islamic law-and-order collective” según Time Magazine 19/6/2009), cumplió la función de organizar a un país que había quedado en un caos general.

El estado de Etiopía apoyó militarmente a un gobierno fraguado en el exilio, el Gobierno Transicional de Somalia. Con la ayuda de Etiopía, el Gobierno Transicional derrotó a la Unión de Cortes Islámicas (que ya había disuelto a la Alianza). Desde 2007, Estados Unidos ha estado atacando blancos asociados a la Unión de Cortes, por su posible vínculo con Al Qaeda (al-Shabaab, el grupo más militante, ha negado públicamente tal vínculo). Tan reciente como el 15 de septiembre de 2009, Estados Unidos llevó a cabo un operativo especial en el cual murieron varios militantes islámicos.

En dos resoluciones del 2003, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha establecido que ningún otro estado debe intervenir en los asuntos de autodeterminación somalí (Reeve, International Law and the Use of Force in Self-Defence). Se reconoce al Gobierno Transicional Somalí como el mando legítimo del país, pero resulta que el apoyo militar que ha recibido tanto de Etiopía como de Estados Unidos hace que una parte de la población lo vea como una fuerza externa e ilegítima. La Unión de Cortes Islámicas se desbandó a finales de la década del 2000, y los elementos más recalcitrantes (e.g., al-Shabaab) han entrado en un conflicto sangriento en contra del Gobierno Transicional, de sus aliados etíopes y norteamericanos. Si bien las noticias sobre atentados terroristas (y de todo tipo) tienden a relegar lo que sucede en África a un espacio muy secundario, en el 2009 hubo varias explosiones suicidas, dirigidas principalmente a mandatarios y soldados africanos, pero en las que han muerto varios civiles. A los atentados se le añaden las confrontaciones militares.

El frente militar de Yemen es una de las guerras secretas más famosas de Estados Unidos. Al momento –y desde hace un año-, las operaciones militares están a cargo de la CIA, no de la milicia. Yemen es un conocido refugio de militantes islámicos (casi la mitad de los presos de Guantánamo provienen de Yemen, por lo que puede que el cierre de la prisión se posponga), pero el rol de Estados Unidos ha sido hasta ahora de inteligencia, entrenamiento y armamento (NYT 27/12/2009). El gobierno de Yemen ha tratado infructíferamente de hacerle ver a su población que los bombardeos e contra de Al Qaeda son de iniciativa propia, y que no responden a manipulación norteamericana. Un video de Al Jazeera presenta los esfuerzos de los militantes por demostrar que su ofensiva es en contra de Estados Unidos, no de Yemen.

El día de Navidad, el hijo de un banquero nigeriano intentó atacar un avión comercial que se dirigía a Detroit. El criminal aseguró haber recibido entrenamiento terrorista en Yemen. Ciertamente atacar civiles inocentes es una gran inhumanidad y no deben salir incólumes quienes lo planifican, lo intentan y lo hacen. El senador Lieberman (antiguamente demócrata, ahora independiente) le explicó a una cadena noticiosa que la Guerra del Mañana se fraguará en Yemen; su comentario se sustenta en el atentado infructífero de Navidad. El senador Lieberman, sin embargo, no mencionó que una semana antes (el 17 de diciembre) varios civiles yemeníes murieron en un bombardeo aéreo a cargo del gobierno de Yemen, que utiliza inteligencia y armamento norteamericano (la inversión es de 70 millones de dólares). ABC News informó que el mismo Obama dio la orden de lanzar dos misiles en este ataque. Lieberman tampoco mencionó que el 13 de diciembre de 35 a 70 civiles (el número es incierto) murieron en otro bombardeo yemení. Se necesita una gran fuerza de voluntad para no ver una relación entre estos ataques y el atentado infructífero del hijo del banquero.

La reacción de la administración Obama fue coordinar con el General Patareus (militar a cargo de Irak y Afganistán) maniobras agresivas en Yemén. El costo de la “ayuda antiterrorista” es el siguiente: de $4.6 millones en el 2006, la cifra llegó a subir a $67 millones en el 2009; este nuevo año, la cifra se dobla a $190 millones (WSJ 2/1/2010).

Como el más reciente caso de Blackwater en Irak, ninguna persona en sus cabales negaría que matar civiles inocentes es un gran crimen. Es lamentable, de otra parte, hacer una distinción entre vidas humanas basándonos en el color de la piel, el idioma o la nacionalidad de estas.

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