Friday, April 23, 2010

Juan Bosch y Orlando Bosch, de un pájaro las dos alas.

La semana que viene se cumplen 45 años de la invasión estadounidense de la República Dominicana. Quiero aprovechar la celebración del centenario de Juan Bosch en la Semana de la Lengua aquí en Cayey para comentar las implicaciones de ese suceso histórico. Con ese fin, voy a repasar brevemente la invasión norteamericana y la figura del presidente dominicano Juan Bosch; después le daré un vistazo a la actividad del cubano Orlando Bosch. Este último, a pesar de compartir el mismo apellido, vendría a ser la contrafigura de Juan Bosch. Propongo que comparar ambas figuras puede echar luz sobre algunos aspectos de la política estadounidense en el Caribe dentro del periodo conocido como la Guerra Fría.

En el capítulo 24 de la biografía del Presidente Kennedy, Arthur M. Schlesinger, Jr., comenta los esfuerzos de la Alianza del Progreso (el proyecto para Latinoamérica de Kennedy) por crear una “revolución democrática” para contrastar la fascinación que producía, en distintas partes del hemisferio, la Revolución Cubana. La Alianza del Progreso admitía a políticos de diversas orientaciones, desde José Figueres de Costa Rica (un demócrata liberal) hasta los dictadores de Paraguay y Haití, Stroessner y Duvalier. Según comenta su biógrafo, el modelo que Kennedy quería promulgar para América Latina estaba copiado parcialmente del Puerto Rican experience, por lo que no es sorprendente que tanto Muñoz Marín como Teodoro Moscoso, Arturo Morales Carrión y otros formaran parte de los esfuerzos anticomunistas del gobierno norteamericano. Para entender lo que se dirá más adelante es importante entender que la relación de Estados Unidos y América Latina desde la presidencia de Kennedy tiene como meta combatir lo que representaba la amenaza de Fidel Castro.

Un año antes de su muerte, y luego de haber aterrado la República Dominicana despiadadamente por 30 años, el dictador Rafael Leónidas Trujillo perdió el apoyo de los Estados Unidos (*1). Las relaciones venían deteriorando, pero los excesos de Trujillo terminaron de empachar a los norteamericanos. Harta ya de las vergüenzas que le hacía pasar su antiguo aliado, la CIA planifica la muerte de Trujillo, pero resulta que unos dominicanos se le adelantan y matan al dictador.

Trujillo tenía a la República Dominicana muy sujetada. Es obvio que luego de su asesinato, se abriese un vacío de poder. Algunos miembros de la familia del dictador se aferraron al mando del país, pero entre una cosa y otra terminaron exiliándose. El gobierno de that lovely but tragic old Spanish island (como la llama Schlesinger) cae en manos de Joaquín Balaguer, quien había sido el presidente simbólico de la República Dominicana regida por Trujillo (Schlesinger 769) (*2).

Ante la inestabilidad en el poder dominicano, el Presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, examina la situación realistamente y llega a su famosa conclusión: “Hay tres posibilidades, en orden de preferencia: un régimen democrático decente, una continuación del régimen de Trujillo o un régimen castrista. Debemos apuntar hacia el primero, pero realmente no podemos renunciar al segundo hasta que no estemos seguros de que podemos evitar el tercero” (769, mi traducción). Esto se refiere a que, con tal de evitar algo que se parezca a Fidel Castro, estaban dispuestos a apoyar a alguien que se pareciera a Trujillo. Pues, bien. Balaguer era, a los ojos de Kennedy, esa continuación de Trujillo que resultaba cómoda a los intereses estadounidenses.

Anticipando sin saberlo la invasión de su sucesor, Kennedy mandó un barco militar a la República Dominicana con 1,800 marines, por si Balaguer los pedía (Schlesinger 771). Este punto es revelador, ya que se tiende a pensar que la invasión norteamericana fue un capricho de Lyndon Johnson, el sucesor de Kennedy. Cada presidente aportó a la causa y adelantó un paso de la invasión dominicana: el Presidente Eisenhower la avaló por escrito (Rabe 55), el Presidente Kennedy envió soldados a rondar la isla, y el Presidente Johnson irrumpió ya finalmente en Santo Domingo.

En diciembre de 1962 se llevan a cabo las elecciones de la República Dominicana: las primeras elecciones limpias en la historia de ese país. Muchos políticos norteamericanos veían estas elecciones con malos ojos. Serban Vallimarescu, por ejemplo, quien fungió en varios cargos diplomáticos en la República Dominicana, se opuso a la idea de las elecciones. Una población de 75% analfabetas bajo 40 años de represión, creía Vallimarescu, no iba a tener la menor idea de qué era la democracia, y mediante una elección pondría en riesgo a la junta militar, que a este diplomático le parecía decente y civilizada. Comenta que se difundieron panfletos y comic books para enseñarles a votar a los dominicanos. Los temores de Vallimarescu estaban bien fundados, porque el pueblo dominicano eligió a Juan Bosch, “someone I never trusted”, como explica el diplomático. La desconfianza de Vallimarescu (y del resto de la administración de Kennedy) tenía una base sólida.

En una charla inaugural, el Presidente Bosch denunció los tres sectores de la sociedad dominicana que usualmente habían asfixiado al pueblo: la iglesia, las fuerzas armadas y la oligarquía. A estos grupos les causaron gran incomodidad las reformas a favor de los intereses de la población dominicana: e.g., el que le abriera al país una línea de crédito en Suecia (esto le restaba control a los Estados Unidos) y el que cancelara un contrato con Esso Oil Company (Chomsky 150). Bosch además se distinguió por la forma agresiva en que combatió la corrupción del gobierno.

Vallimarescu señaló que Bosch había cometido suicidio político y, luego de escuchar el discurso inaugural, le pronosticó un máximo de ocho meses a su mandato. Tenía razón, después de todo, en que las elecciones eran una mala idea. En el Norte se tiende a pensar que los países del Sur pueden votar con tal de que voten por la persona correcta. En este sentido, Vallimarescu no se alejaba demasiado de la opinión del futuro Presidente Nixon, quien creía que la democracia estaba bien, pero no para aquellos que carecieran de “madurez política” (Rabe 50). Carecer de madurez política se traduce en votar por alguien que desafía la iglesia, las fuerzas armadas y la oligarquía, por eso de quedarnos con el caso dominicano.

Para Arthur Schlesinger (mano derecha de Kennedy), Juan Bosch no era el mejor candidato para su país, y hubiese preferido a alguien como Muñoz Marín. Aunque acepta que Balaguer era una suerte de monigote de Trujillo, Kennedy se va convenciendo de que es la única herramienta que tenía Washington. Ante los ojos de Washington, explica Schlesinger, Bosch funcionaba mejor como un escritor de cuentitos que como un mandatario fiable (773). El hecho de que los dominicanos hubiesen votado por él, se sobreentiende, es secundario.

Finalmente, en septiembre de 1963, a solo siete meses de su mandato, el gobierno de Juan Bosch recibe un golpe de estado. Se instalan en el poder varios líderes militares. Obviamente, se cancelan las reformas de Bosch.

Eran tiempos agitados. Casi dos meses más tarde, al Presidente Kennedy lo asesinan en Dallas.

Vallimarescu cuenta que él fue uno de los pocos miembros del gobierno estadounidense que se quedaron en la isla después del golpe de estado dominicano. Narra la misa que le hicieron los miembros del triunvirato militar a la memoria de Kennedy. A petición de Donald Reid Cabral, quien había heredado la presidencia del triunvirato (y que estaba al mando de la República), el diplomático Vallimarescu intercedió ante sus superiores. El nuevo Presidente norteamericano, Lyndon B. Johnson, no perdió tiempo y reanudó las relaciones diplomáticas con los militares dominicanos. Todo parecía de vuelta a la normalidad.

Ahora, en abril del 1965 (año y medio después del golpe de estado), unas facciones de las fuerzas armadas dominicanas se rebelan en contra del liderazgo militar. La revuelta, a la que se le unió una gran parte de la población, tenía una meta bien clara: devolver a Juan Bosch, el presidente legítimo, al mando del país. Con el objetivo claro de impedir que eso sucediera, Lyndon Johnson envió 23,000 soldados norteamericanos a la República Dominicana.

La intervención fue masiva. El mismo Bosch escribe que el equipo que entraba en Santo Domingo era tan pesado como el que se llevó al desembarco de Normandía, en la Segunda Guerra Mundial (408). El Mayor Lawrence Greenberg, del US Army Center for Military History, explica que las fuerzas aéreas norteamericanas dispusieron de todas las unidades de transporte que al momento no se encontraban en el Sureste asiático; Greenberg calcula que aterrizaba, como promedio, un avión cada cinco minutos (19). La presencia de las tropas, continúa Greenberg, tenía como propósito, entre otras cosas, “to bolster sagging Loyalist morale” (21): esto es, darle refuerzos al triunvirato militar que ocupaba el lugar de Bosch.

Se estima que murieron alrededor de 3,000 dominicanos, en su mayoría civiles.

Vallimarescu trabajó como portavoz de prensa del gobierno norteamericano en la isla. El diplomático comenta que los militares norteamericanos eran muy parcos con la información, lo que no le impidió que se refiriera a Camaaño, el principal militar aliado a Bosch, como “el enemigo”. Llamar “enemigo” a Camaaño o algún otro miembro de las fuerzas constitucionalistas fue muy sincero, ya que ponía de manifiesto claramente las alianzas del gobierno estadounidense.

Villamarescu comenta que él, que era la persona que se supone que informara al gobierno de lo que sucedía en las calles de Santo Domingo durante esta guerra civil, se enteraba de la situación a través de las noticias que llegaban de Washington. ¿Cómo era posible que el portavoz del gobierno fuera la persona menos informada? Villamarescu explica: “Johnson quería probar algo —quería probar que esto había surgido de Cuba, quería probar que Camaaño era un hijo de puta y estaba matando gente— y publicaron cosas que no se podían verificar. Algunos de los supuestos agentes cubanos o no existían o estaban muertos” (la traducción es mía).

Unos días después de la invasión (el 2 de mayo de 1965), en su discurso acerca de la situación de la República Dominicana, el Presidente Johnson explicó las razones por las cuales los Estados Unidos intervinieron en la Dominicana. Johnson reitera que es consciente de que no se debe intervenir en los asuntos externos de otros países (esto es ilegal) (*3), pero comenta que ha tenido que tomar esta decisión difícil (hard) por dos razones: en primer lugar, la vida de muchos ciudadanos norteamericanos corría peligro y, en segundo lugar, en la República Dominicana existía una alarmante amenaza comunista. La imagen que pinta Johnson en su discurso es la siguiente: por un lado están los opositores de Bosch, quienes formaron un comité militar en un esfuerzo por controlar el país, y por otro lado están quienes —en nombre de Bosch— se tiraron a las calles para hacer una revuelta. A todas estas, explica Johnson, “the United States was making a constant effort to restore peace”. El Presidente intentó dejar claro que es solo por las más nobles intenciones que los Estados Unidos intervienen en los asuntos de otros países. La ilegalidad de la acción quedó justificada con el argumento de la buena intención.

Johnson (muy sabiamente) evita relacionar a Juan Bosch con el comunismo; el culpable no es Bosch, sino “a band of Communist conspirators”, quienes presentan una amenaza al hemisferio (*4). Estos enemigos de la libertad, entrenados por Fidel Castro, quieren reinstalar a Bosch con una doble agenda, y son estos quienes atentan en contra de la vida de los norteamericanos. Johnson cita a su predecesor Kennedy, quien había dicho: “We in this hemisphere must also use every resource at our command to prevent the establishment of another Cuba in this hemisphere”.

Escribe Juan Bosch que a Johnson “se le hizo decir que en las calles de la capital dominicana había miles de cuerpos decapitados [cuyos] cuerpos eran paseadas en puntas de lanzas [...] se le hizo decir que la revolución era comunista y luego se presentó una lista de 51 comunistas dominicanos, lo que provocó la risotada en todo el mundo” (408). Ya hoy día nadie cree que existía una amenaza comunista en la República Dominicana. El historiador militar Greenberg comenta que, de la lista original de comunistas que presentó la CIA, 5 nombres estaban repetidos y varios otros estaban muy superficialmente asociados con el comunismo (28, nota 15). La prisa y la chapucería con la que se construyó la evidencia falsa son realmente asombrosas.

En el mensaje del Presidente Johnson estaba claro que el comunismo es el enemigo de la libertad, mientras que los Estados Unidos son los defensores de la libertad. El hecho de que Bosch, el presidente legítimo de la tragic little island (esta vez son las palabras de Johnson), no fuese comunista, tampoco importa en lo más mínimo. Importaban solo las buenas intenciones norteamericanas de liberar a la República.

Por alguna razón, quizás por cinismo, Johnson cierra su discurso con una cita nada menos que de Simón Bolívar. Aunque no es esta la cita que da Johnson, todos recordamos que Bolívar había dicho: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miseria a nombre de la libertad”.

Arthur Schlesinger ha explicado que, en los siete breves meses que estuvo en el poder, el gobierno de Bosch no había podido transformar por completo la sociedad postrijullista. Además, que no era lo suficientemente anticastrista. Además, que era incapaz de entusiasmar a la ciudadanía. Esto último es lo menos cierto de todo, ya que Bosch había arrasado en las elecciones, y provocó una movilización masiva para restaurarlo ya una vez los militares lo sacaron del poder. El entusiasmo que provocaba la figura de Bosch llevó a la sociedad dominicana a la guerra civil.

Otro célebre diplomático, Ellsworth Bunker, expone su versión de la figura de Bosch en los siguientes términos: “Para ese entonces estaba bastante errático. Había llegado a esa etapa de la vida. Sí, era verdaderamente —yo disfrutaba ir a verlo, pero él estaba bastante desorientado —off the mark” (24). Bosch “se presentaba a sí mismo como el futuro salvador de su país” (23). Bunker era, además de político, el presidente de la National Sugar Refining Co. Explica Eduardo Galeano que, en su faceta de empresario, Bunker supervisó de cerca los intereses de la compañía azucarera en suelo dominicano, luego de la intervención (122).

Finalmente, cuando se logra vencer a los partidiarios de Bosch, nombran temporeramente a Héctor García Godoy, a man of integrity, a la presidencia. En el 1966 García Godoy llama a nuevas elecciones en la República, en las que Juan Bosch se volvió a postular. En su defensa de Bosch, el pueblo dominicano había sufrido problemas con los militares, una invasión extranjera y una guerra civil. El mensaje estaba claro y la población entendió por quién debía votar: por Joaquín Balaguer.

En síntesis, resumo rápidamente lo dicho hasta aquí: luego de 30 años de la dictadura horrible de Trujillo, por fin se hicieron unas elecciones libres en las que ganó un candidato honesto: Juan Bosch. Las fuerzas tiranas le hacen un golpe de estado a Bosch y reinstalan el mando trujillista y, cuando un movimiento legitimista intenta devolver a Bosch al poder, los Estados Unidos intervienen a favor de los golpistas. Esta es una violación de varias leyes internacionales. Luego de la debacle, se llevan a cabo nuevas elecciones en las que ganó un antiguo partidario del dictador Trujillo.

No ha faltado quien ha encontrado paralelismos entre este caso y uno mucho más reciente: el de la nación caribeña de Honduras. Un candidato democrático liberal con tendencias de justicia social es expulsado por un golpe de estado militar, con el aval más o menos explícito de los Estados Unidos. Cuando se hacen nuevas elecciones (innecesarias y posiblemente ilegales, ya que el término de las anteriores no había concluido), el pueblo, amedrentado, vota por un candidato de derecha, solícito con las inversiones extranjeras desenfrenadas.

Paso ahora a considerar el caso de otra persona de apellido Bosch: se trata de un pediatra cubano que con los años se llegó a convertir en un terrorista famoso. El Dr. Orlando Bosch tiene una lista larga de atentados a su haber, muchos de los cuales él mismo ha confesado. Al igual que otros militantes que han diversificado sus carreras hacia el terrorismo, Bosch fue entrenado por la CIA. El pediatra y sus secuaces estuvieron activos en la campaña con la que nuestro gobierno atacó a Cuba por mucho tiempo.

Repasemos la historia. Unos años antes de la invasión dominicana, los Estados Unidos invadieron a Cuba (1961). El suceso se conoce como la Invasión de Bahía de Cochinos o Playa Girón. Las fuerzas del ejército cubano rechazaron y vencieron a los invasores, entre los que se hallaban personajes como Orlando Bosch (*5).

Como reacción ante esta derrota militar, el Presidente Kennedy organizó una serie de ataques terroristas conocida como Operación Mangosta (Mongoose, en inglés), y que consistía en la quema de cosechas, bombardeos aéreos al estilo hit and run, asesinatos e intentos de asesinatos, sabotaje, etc. Orlando Bosch estuvo muy activo en estos ataques.

Ante este panorama, el gobierno de Castro pactó con el gobierno de la Unión Soviética, y colocó en suelo cubano varios misiles atómicos. La crisis que provocó la ubicación de los misiles fue muy seria: no es exagerado decir que las dos potencias militares más grandes (EEUU y URSS) estuvieron a punto de irse a la guerra atómica por culpa de los misiles cubanos. Luego de la Crisis de los Misiles, y con tal de que Castro sacara las armas de Cuba, los Estados Unidos dejaron de apoyar abiertamente estas actividades terroristas, muy a pesar de los comandos cubanos del exilio, quienes continuaron los ataques desde la clandestinidad. Entre estos comandos se encontraba Bosch.

En décadas subsiguientes, y siempre con la mira de derribar al gobierno castrista, Orlando Bosch se alió con distintos gobiernos anticomunistas. Participó en la infame Operación Cóndor, estrechó lazos con la policía secreta de Pinochet, la AAA de Argentina, y se lo ha implicado, entre otros tantos atentados, con el asesinato del economista chileno Orlando Letelier, en Washington.

Entre las decenas de actos terroristas que el FBI le imputa a Bosch, solo mencionaré aquí dos tipos: ataques a aviones y ataques cometidos en Puerto Rico.

El 6 de octubre de 1976, explotaron dos bombas en el vuelo 455 de Cubana de Aviación. La nave salía de la isla de Barbados con 73 tripulantes y se estrelló luego de que dos artefactos explosivos estallaran en el baño de pasajeros. Entre las víctimas estaba el equipo de esgrima cubano, pero había también nacionales de otros países.

Se cree que Bosch planificó el ataque junto a sus colaboradores desde Venezuela. Un documento desclasificado de la CIA informa que un mes antes del ataque, Bosch llegó a Venezuela, protegido por el Presidente Carlos Andrés Pérez (*6), a quien Bosch le prometió un alto al fuego de su grupo. El propósito del atentado era desestabilizar el gobierno de Fidel Castro mediante un ataque a cualquier persona o gobierno que mantuviera una comunicación con el gobierno de Castro.

El vuelo 455 era civil. Al Dr. Bosch le han preguntado qué opina del hecho de que hayan muerto 73 civiles en el ataque, a lo que él ha contestado que todos los aviones de Castro son blancos de guerra. Bosch explica su punto de vista de la siguiente forma: los cubanos nunca han sido buenos en esgrima, y estos deportistas habían ganado medallas de oro. Era una gloria para Fidel, según el Dr. Bosch, y había que destruirla.

Luego de una breve encarcelación en Venezuela, Bosch llega a los Estados Unidos. Nadie en el FBI ni en la CIA dudaba de su culpabilidad. Por ejemplo, el Fiscal General Asociado del Departamento de Justicia calificó a Bosch de “un terrorista a quien no controlan las leyes ni la decencia, que amenaza e inflige violencia sin considerar la identidad de sus víctimas” (NYT 9/5/2005). El ex-Procurador General norteamericano Dick Thornburgh, además, lo describe como “un terrorista que no se ha reformado” (Bardach, “Our Man’s in Miami”). Semejante personaje llegó al sur de la Florida y fue arrestado. Ante la petición de varios países, el Departamento de Justicia norteamericano se dispuso a extraditar a Bosch.

Ahora bien, a pesar de los intentos del Departamento de Justicia, a Bosch no se le acusó formalmente de terrorismo en los Estados Unidos; esto se debe a que el entonces presidente George Bush padre desestimó los cargos y le ofreció un perdón a Bosch, quien actualmente reside en Miami.

La historia a veces es adepta de repeticiones y paralelismos. El ataque del vuelo 455 fue el atentado de terrorismo internacional más grande del hemisferio americano hasta el de las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001(Bardach, Cuba Confidential) (*7). El Presidente Bush padre, como queda dicho, sacó de la cárcel al culpable de estos actos. Años más tarde, a Bush hijo le tocó dirigir el país cuando otro grupo extremista cometió otro acto terrorista justamente mediante un ataque a un avión civil. Mientras que W. Bush se proponía combatir el terrorismo, en suelo estadounidense caminaba y aún camina, libre e impune, quien se precia de tener el segundo lugar en la lista de “terroristas más peligrosos”. Se ha comentado bastante que, bajo su conocido lema de “aquellos que cobijan a los terroristas son igual de terroristas”, el Presidente Bush podría ser llevado a corte (e.g., Campbell).

Pero el atentado del vuelo 455 no ha sido la única acción violenta de Orlando Bosch. El FBI lo vincula con al menos 30 otros actos terroristas. La mayoría de estos han tenido como escenario a Miami y a Puerto Rico. Me limito aquí a los ataques en nuestra isla.

El primer ataque fue en septiembre del 1968, cuando estalla una bomba en un barco español, en las costas de Puerto Rico; en marzo y diciembre del 1977, el Consulado de Venezuela recibió dos bombazos; en octubre de 1978, hubo bombazos en dos agencias de viaje, en Hato Rey y Río Piedras; en diciembre de ese mismo año, una bomba en las oficinas de Varadero Travel; finalmente, el 4 de abril del 1979 muere Carlos Muñiz Varela, director de Varadero Travel. La muerte de Muñiz Varela, achacada a una de las células que se recogen bajo la organización paraguas que capitanea Bosch (CORU: Coordinación de Organizaciones Revolucionarias Unidas), es uno de los crímenes políticos más notorios de la segunda mitad del siglo XX en Puerto Rico.

Como otros tantos terroristas de distintas nacionalidades, Orlando Bosch camina por las calles de Miami. Pinta cuadros; escribe versos. La derecha más recalcitrante de Estados Unidos le ha brindado su apoyo. Tanto es así que en 1983, Demetrio Pérez, comisionado del Consejo Educativo de Miami, propuso celebrar el “Orlando Bosch Day” para reconocer la labor de este “activista”. Ya no será, como anunciaba el Esteban Lamela (*8), “el sustituto de Castro”, pero se está tomando unas muy merecidas vacaciones luego de una vida activa al servicio de la violencia indiscriminada.

Así que tenemos a una persona que planifica y comete actos terroristas en suelo estadounidense (en Washigton, Miami y Puerto Rico) dirigidos contra ciudadanos estadounidenses. ¿Por qué, entonces, el mandatario estadounidense le concede un perdón presidencial?

Se ha hablado mucho del vínculo entre la familia Bush y los sectores más extremistas de la comunidad cubana de Florida. La campaña política de la senadora cubanoamericana Ileana Ros-Lehtinen, quien prometió proteger a Bosch, fue manejada por Jeb Bush, hijo del primer Presidente Bush, hermano del segundo Presidente Bush. Jeb Bush fue gobernador de la Florida en el 2000, año electoral en que George W. llegó a la Casa Blanca, gracias a Florida. O sea, Bush I libera a Bosch a petición de Jeb Bush, quien hace que su hermano Bush II llegue a la presidencia. Parece un trabalenguas de corrupción (*9).

Ahora, no se trata solamente de un trueque de favores políticos. Para entender la protección que Orlando Bosch ha recibido en los Estados Unidos, hay que recordar que nuestro país ha llegado a grandes extremos en su lucha por destruir el comunismo que identifica con Fidel Castro. La invasión dominicana del 1965 y la Operación Mangosta violan leyes nacionales e internacionales: la Política del Buen Vecino (Good Neighboor Policy) de Roosevelt y las disposiciones de no intervención de la OEA y la ONU; todo por impedir, en palabras de Kennedy, que otros países del Caribe siguieran el ejemplo de la Cuba castrista. El apoyo a Orlando Bosch es uno de los eslabones de esta cadena.

¿Pero cuál es ese ejemplo de la Cuba castrista? ¿Qué querían impedir los Estados Unidos? La Cuba de Castro es el escenario de muchos abusos, y su récord de violaciones a las libertades civiles es muy lamentable. Pero, teniendo en cuenta que los Estados Unidos han sido colaboradores de, por ejemplo, Rafael Trujillo (entre varios más), ante cuyos crímenes palidece la salvajada más detestable del gobierno de Fidel, no puede ser que hayan llegado a tan grandes extremos por su amor a la libertad. Ya casi no provoca conmoción afirmar que el ejemplo de la Cuba castrista que ha combatido largamente nuestro gobierno ha sido uno de independencia política y económica. Ante la amenaza de gobiernos que pretendan defender el desarrollo nacional por sobre el del capital extranjero, no ha habido otro remedio. Digámoslo de otra manera: para ahuyentar a la figura de Juan Bosch se ha tenido que recurrir a figuras como la de Orlando Bosch.

El 18 de mayo del 2005, 20 miembros de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos le pidieron al entonces Presidente Bush que extraditara a Luis Posada Carriles, el compañero terrorista de Bosch. El Presidente Bush hizo caso omiso por dos razones. La primera razón, que ya queda comentada, es la relación de su familia con la derecha cubana. La segunda razón para no extraditar a Posada la da su abogado: de ser extraditado, podría ser torturado por el gobierno venezolano. Esta segunda objeción es muy dudosa, ya que —como dicen los congresistas en su carta— los Estados Unidos extraditan acusados a Siria, Egipto, Jordán y Marruecos, cuyos credenciales de derechos humanos son desastrosos, mientras que la constitución de Venezuela prohíbe la tortura abiertamente.

Recordemos además que la administración de Bush preparó un elaborado aparato legal que precisamente justifica el uso de tortura, por lo que esta objeción no debió quitarle el sueño al entonces Presidente. Sea cual fuere la razón, Bush se negó. Pero eso era George Bush; ¿y qué del Presidente que tenemos hoy?

De seguro el Presidente Obama ha escuchado de la invasión dominicana del 1965, y de los actos terroristas que nuestro gobierno ejecutó en distintos países del Caribe. Como heredero de la lucha en contra del terrorismo, prometió cerrar la cárcel de Guantánamo, en donde abiertamente se tortura, pero aún sin resultados. Tampoco ha respondido a la petición que una vez más hace el gobierno venezolano de extraditar a Posada (Romero y Cave). Ahora, lo que sí hizo fue designar a Cuba como un país que refugia terroristas (*10).

Debo terminar, porque esta lógica me sobrecoge. Los Estados Unidos cometen actos terroristas en contra de Cuba; además cometen tortura dentro de Cuba. Se niegan a extraditar a un terrorista cubano por miedo a que lo torturen y luego designan a Cuba como un país terrorista. Por este nuevo trabalenguas de corrupción le damos las gracias a Obama.

El derrocado presidente dominicano debió exiliarse de su país y Puerto Rico lo recibió con calor y respeto. Fue amigo de José Luis González y Muñoz Marín; vivió en Aguas Buenas. Desde el exilio, y a lo largo de los años, su visión de la política se fue recrudeciendo a medida que observaba los zarandeos de la política norteamericana en el Caribe, esas dos alas que se abren sobre las aguas que nos rodean. Al dedicarle la Semana de la Lengua a Juan Bosch reconocemos su gestión como prosista, pero también como un personaje importante en la historia de nuestras antillas. El nombre de Bosch está atado al pasado caribeño, pero debemos reconocer que también a nuestro presente.

NOTAS

*1 El reportaje de Time lee de la siguiente forma: “Four days after 21 Latin American nations, gathered in Costa Rica, voted to break diplomatic relations with Trujillo and impose economic sanctions against the Dominican dictatorship, the U.S. moved to comply” (5 de septiembre de 1960). El favor estadounidense de Trujillo dependía, según Rabe, de su claro anticomunismo (51) y amainó en parte a raíz de la hostilidad entre el dictador dominicano y Rómulo Betancourt, de Venezuela (53).
*2 Balaguer “had been the nominal president under Trujillo”.
*3 El mismo Bosch recuerda el artículo 15 de la Carta de la Organización de los Estados Americanos de 1948 que es, de hecho, ilegal el que un estado intervenga “directa o indirectamente, por ninguna causa, en los asuntos internos o externos de cualquier otro estado”. El ensayo de Bosch se titula, irónicamente, “Fidel Castro o la nueva etapa histórica del Caribe”. Luego de conocer la ilegalidad de su intervención, Johnson trató de “internacionalizarla” usando efectivos de otros países (White 3). Para un análisis detallado sobre el aspecto ilegal de la intervención, véase Wilson.
*4 Bosch era anticomunista, pero a diferencia de otros mandatarios de la región, no criminalizó los partidos comunistas de su país. De otra parte, sospechar de los vínculos comunistas de quienquiera, en las décadas de la Guerra Fría, no era ninguna anomalía. Al mismo Muñoz Marín, por ejemplo, lo carpetearon por posible comunista. Si bien el PPD recibió a un buen grupo de miembros del PCP, al crearse el vacío de liderato de Albizu (Palau Suárez 25), la acusación de comunista que recibe Muñoz es ya producto de la histeria.
*5 El dominicano Juan Bosch tiene un ensayo sucinto e informativo de esta invasión que presagió, en cierta manera, la invasión en la que se implicó su país. La deposición de Arbenz en Guatemala dio pie a la invasión de Playa Girón, la cual dio pie a la invasión dominicana. Sin mencionar la de su país, comenta Bosch que “la Historia enseñaba que todo lo que había sucedido en un país del Caribe tendería a suceder más tarde o más temprano en los demás, y que cada acontecimiento importante estaba encadenado a uno anterior” (368).
*6 Le hacen una escena de recaudación de fondos a la que asisten exiliados cubanos y un miembro del gobierno venezolano. Bosch le sugirió al ministro venezolano que, de recibir fondos de su gobierno, las células terroristas anticastristas no se manifestarían en los Estados Unidos durante la aparición del Presidente Pérez ante la ONU. Cuando arrestan a Bosch y a Posada Carriles en Venezuela, el Presidente Pérez promete cooperar con la investigación de la explosión del vuelo 455 de Cubana, con tal de que el gobierno de Castro apoyara la posición antiterrorista de Venezuela ante la ONU.
*7 “Until 9/11, the [Orlando] Letelier-Moffitt assassination was known as the most significant act of international terrorism ever committed in the capital city of the United States”, reza la página del National Security Archive. Así que, con su participación en el caso Letelier, Bosch ocupa el segundo lugar en este otro apartado. Hace unas semanas el NSA publicó un documento que implica a Henry Kissinger con la muerte de Leteliler (Kornbluh, “Henry Kissinger”).
*8 Lamela (qué pequeño es el mundo) trabajó en Voice of America, la agencia oficial de propaganda norteamericana, en donde había trabajado Vallimarescu.
*9 El abogado de Orlando Bosch (nieto de Fulgencio Batista) llegaría a la Corte Suprema de Florida nominado por Jeb Bush. Otro prominente exiliado cubano del partido republicano, Otto Reich, fue embajador de Venezuela, y cabildeó por la libertad de Bosch. Reich sostuvo cargos diplomáticos muy importantes bajo el gobierno de los Bush; ha recibido baqueo económico de la empresa Bacardí. Ninguno de estos datos es un secreto clasificado ni nada por el estilo.
*10 Las acciones terroristas, dice el reporte del gobierno, son proteger a organizaciones como las FARC y dejar que ronden las calles cubanas exmiembros del Black Panther Party y los Macheteros. Obama hasta le negó una visa al cantautor Silvio Rodríguez, quien iba a New York a cantar en la celebración del 90 cumpleaños de Pete Seger (Robinson). El Representante de Florida Connie Mack fue un tanto más lejos e instó a Obama a incluir a Venezuela en la lista, cosa que no sucedió. Hace unas semanas, ante el ridículo que provocó aún entre partidarios de Obama, se invalidó la lista oficial.

TEXTOS CITADOS

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Bardach, Ann Louise. Cuba Confidential: Love and Vengeance in Miami and Havana. New York: Random House, 2002.
Bardach, Ann Louise. “Our Man’s in Miami. Patriot or Terrorist?”. Washington Post 17 de abril de 2005. B03.
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Bosch, Orlando. Entrevistado por Andy Robinson. La Vanguardia 16 de agosto de 2006
Bunker, Ellsworth. Entrevistado por Michael L. Gillette. Oral History Interview III, 10/12/83. Internet. 30 de marzo de 2010.
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