Thursday, November 12, 2009

El regreso de los imbéciles

Para ser justos con la táctica retórica de El regreso del idiota, que denomina “idiotas” a sus antagonistas, habría que abrir otro apartado que describa a la contraparte dialéctica y adjetivarlo con otro insulto gratuito. En esta reseña, por eso, la palabra “imbéciles” se usará para referirse a los autores de este libro, Carlos Alberto Montaner, Plinio Apuleyo Mendoza y Álvaro Vargas Llosa. Este último es hijo de otro “imbécil”, Mario Vargas Llosa, quien ha redactado el prólogo.

A medio camino entre la tirilla cómica y el panfleto de derecha, el libro es un caso lamentable de ceguera ideológica que, como suele suceder, nubla cualquier tipo de aportación interesante que parecería despuntar. Ataca a Hugo Chávez, Evo Morales y otros (en nombre del sentido común), y les rehúsa la posibilidad de haber hecho siquiera alguna cosa fructífera en sus vidas. La crítica principal (y válida) que se hace del “idiota latinoamericano” es que recurre al populismo y a la demagogia para llevar a cabo sus fines políticos. La mirada, no obstante, es tan menguada que no puede definir bien lo que son sin duda problemas reales y deriva en el panfleto populista que critica.

El libro tiene la intención de enfurecer. Enfurece, sí, pero por la informalidad con que despacha los temas que trata. Aunque muchas de sus observaciones y revisiones son pertinentes, las maneja con esa mezcla de prisa e irreverencia, imprecación y falta de información, que caracteriza al adolescente avispado pero mal informado. Pinta, con una paleta de telenovela, caricaturas propias de la literatura sicológica de supermercado (personajes megalómanos, frustrados) en vez de entender procesos históricos, diferir sesudamente y proporcionar alternativas.

Los autores sugieren que los indígenas perseguidos y las víctimas de la dictadura militar son todos unos envidiosos. Este reduccionismo flagrante es una especie de chiste preescolar. Los “imbéciles” afirman además que Latinoamérica nunca vivió la experiencia directa del fascismo, que pensionar ancianos es un síntoma del populismo, que Tony Blair era socialista, que McDonald’s es un restaurante de proletarios, etc. Ofenden, para colmo, a la larga y prestigiosa tradición de comediantes ingleses al sostener que Mr. Bean es norteamericano. Ni eso verificaron. Realmente, con algunas excepciones, es difícil argumentar algo en contra del texto: la opinión (adornada de chismes y diminutivos) predomina más que el argumento.

El libro es cumplidamente inconsecuente: dice, para defenderlos, que los capitalistas son filántropos, pero ataca la filantropía en otra parte. Critica a Compte por negar la existencia de derechos individuales en la página 299, y en la 301 habla detractoramente de los “supuestos” derechos humanos. Para colmo, cuando alguien a quien juzga hace algo con lo que está de acuerdo, lo acusa de inconsistente. Esto es vergonzosamente contradictorio: parece una payasada de Oscar Wilde.

La crítica a Noam Chomsky es, como usualmente pasa, anodina; le dedican más argumentos a atacar al futbolista Diego Maradona que a polemizar con un pensador de peso completo. Mario Vargas Llosa tampoco pierde la oportunidad de hacer el ridículo atacando a Harold Pinter en el prólogo. Pinter es un autor, escribe el peruano, de “espesos dramas experimentales raramente comprensibles y sólo al alcance de públicos archiburgueses y exquisitos, y demagogo impresentable cuando vocifera contra la cultura democrática”. Aquí se encierra una inmensa ironía. Cuando Vargas Llosa escribía novelas con valor literario, hace ya varias décadas, producía, precisamente, “espesos textos experimentales raramente comprensibles, solo al alcance”, etc. Hoy en día, a este pensador de segunda no se le ocurre nada mejor que atacar al mejor dramaturgo inglés del siglo XX en el prefacio de una antología de opiniones firmada por su hijo y sus amigotes. El caso no podría ser más grotesco.

Por otro lado, el libro está mal estructurado: el capítulo “¿Todos vuelven?”, en la mitad, parece haber estado diseñado para ser el primero. Contiene una síntesis, a manera de introducción, de los argumentos y hasta breves definiciones de términos, indispensables para lectores laicos. Descuella también la gran cantidad de repeticiones. Los punchlines aparecen repetidos en múltiples ocasiones, siempre con el candor de un primer descubrimiento. Quizás esto se deba a que son tres los “imbéciles” que escribieron el libro; por lo visto, entre las cosas que no han leído están sus respectivos ensayos.

La prisa hace que esta censura a la “nueva izquierda latinoamericana” se muestre laxa. Los chistes tampoco son muy cómicos. El lector interesado en encontrar una crítica seria a los gobiernos en cuestión deberá buscar en otra parte.

Sunday, November 8, 2009

Judíos a quienes sí

Los insistentes editoriales del Sr. Abraham Linkewer en El Nuevo Día son una magnífica muestra de hate speech. Aunque poco sofisticadas, se les debe prestar atención, ya que en el 100X35 adquieren una índole francamente peregrinas. Entre la serie de crímenes que sugiere resaltan las violaciones a la Asamblea General de la ONU, los bombardeos de civiles y un ciego racismo que, curiosamente, acusa a sus propias víctimas de verdugos.

Aunque afortunadamente las opiniones de Linkewer no importan demasiado, hay una falange muy poderosa que opina similarmente. El Vice Primer Ministro de Israel hace poco catalogó de “virus” a la prestigiosa organización “Paz Ahora”, que lleva 30 años tratando de fomentar un diálogo justo entre el gobierno israelí y los palestinos. Esta organización pacifista es uno de muchos grupos de judíos que simplemente están en contra de los abusos de Israel. Por ejemplo, B’Tselem, Independent Jewish Voices, Jewish Voice for Peace, Hamoked, además de varias sectas judías que, por interpretación talmúdica –y conciencia humanitaria- se quejan ante el expansionismo ilegal del estado de Israel. La lista es larga.

El binomio antisemita/pro-asentamiento es una gran mentira. El pueblo hebreo cuenta con algunas de las mentes y corazones más humanos de la Historia; cuenta también con embarazos como el profesor Dershowitz, el senador Lieberman y, en menor escala, el comentarista Linkewer.

Hace poco, Ethan Bronner (no un antisionista, por cierto) publicó en el New York Times un reportaje sobre los “colonos” judíos que diariamente violan la ley internacional y, con el aval de su gobierno (y la vista larga de los Estados Unidos), bisecan el suelo palestino. Uno de sus líderes comunitarios se refirió a Obama con un término racial despectivo por la tímida insinuación presidencial de que los asentamientos deben suspenderse. Habría que revertirlos, si se quisiera respetar la ley internacional, pero esta consideración no le importa demasiado a Obama, y mucho menos a Netanyahu. Ciertamente tampoco a Linkewer, pero damos gracias a Dios por los millones de judíos a quienes sí le importa.

Reseña de Seva vive

Seva vive es un documental escrito y dirigido por Francisco Serrano. Se basa en el cuento de López Nieves que, hace ya un tiempo, creó una agitación en algunos círculos locales porque se leyó como un artículo histórico más que como una obra de ficción. Narra, como se sabe, un apócrifo levantamiento en armas por parte de los puertorriqueños ante la invasión norteamericana. El escenario del levantamiento habría sido el ficticio pueblo de Seva, al cual, luego de ser destruido, se le habría mudado el nombre a Ceiba. El cuento tocaba la llaga de un indigesto hecho histórico: los puertorriqueños nunca se sublevaron ante los invasores norteamericanos en el 1898. Ofrecía la fantasía de un levantamiento que nunca sucedió. Se formó un debate animado entre historiadores de distintas catervas, lectores, ideólogos y comentaristas que, al día de hoy, como la existencia de esta película confirma, aún agita la imaginación de la gente.

La película debe verse por más de una razón; desde un punto de vista “cinematográfico” es interesante porque hace mucho con pocos recursos. Una queja constante relacionada al mundo del cine local (si se le puede llamar “mundo”) es que no hay dinero para hacer películas. Pues bien, aquí hay una película buena (muy buena) hecha con poco (muy poco) dinero. De otra parte, si bien la película no va a entretener a grandes multitudes de espectadores displicentes, el hecho de que hora y media de entrevistas a profesores universitarios logre cautivar el interés de un público moderadamente mixto es ya, de por sí, un triunfo. El interés se debe, en parte, al colorido e inteligencia de los entrevistados, pero también (y esto es más importante) al alcance y actualidad de los temas que trata.

Hay una “verdad tácita”, una vergüenza molestosa que se ha intentado explicar de mil maneras, y a la que el cuento (y las lecturas del cuento de los entrevistados) enfrenta. Sucintamente: ¿fueron los puertorriqueños unos cobardes por no rebelarse ante los invasores? La pregunta es muy injusta, y ha provocado reacciones encendidas, una de las cuales parecería afrontar el texto. La creación de un mito, de una mentira que podría pasar por histórica, es uno de los temas que se han desprendido del debate que provocó el malentendido de “Seva”. Si los puertorriqueños no se rebelaron, ¿se podría inventar un mundo paralelo en el que sí lo hicieron? ¿Con qué propósito se haría esto? ¿Con qué grado de credibilidad? ¿No es acaso, para empezar, la premisa incorrecta?

Entre los historiadores entrevistados, Juan Manuel García Passalacqua es el único que apuesta por creer en una ficción. Argumenta que los textos históricos, los datos y los documentos oficiales están escritos por los “vencedores”, y por lo tanto no son del todo fiables. Sostiene además que, ya que Francia se fundó en la noción de que Dios le hablaba a Juana de Arco, no es inválido creer en “Seva” o en ficciones similares, ya que los pueblos necesitan fe en un mito para la creación de una imagen que los defina. Si bien Serrano ha dejado a Passalacqua solo para defender su punto anti-histórico, y aunque por momentos el comentarista resulte más visceral que lógico, no se debe despachar a la ligera su reproche. En todo caso habría que actualizar un poco su noción de las herramientas historiográficas: Noam Chomsky, el historiador del pasado inmediato más importante de los últimos cuarenta años, y a todas luces el crítico más acérrimo del gobierno norteamericano, basa la documentación de sus trabajos precisamente en los documentos oficiales del Archivo Público de los Estados Unidos. Chomsky y sus seguidores han demostrado que para desmantelar un andamiaje ideológico, y para sacar a la luz datos que atentan contra la legitimidad de los procesos históricos y políticos de un estado (al menos en el caso al que se refiere), no es necesario creer un mito.

De hecho, Passalacqua quizás exagera la importancia del mito. En realidad, los procesos históricos no se dan en base a mentiras que crea la gente, sino a complejas interacciones de una gran gama de factores. Uno de estos es la propaganda, que usualmente recurre al mito. En vez de hablar románticamente sobre un mito falso (pero “cierto” de alguna manera inexplicable) que mueve al pueblo y que lo define, habría que cuestionarse la función de la propaganda, y lo que Chomsky ha denominado la “manufactura del consentimiento”. Esta vía es mucho más fructífera y no requiere de la credulidad injustificada para entender la historia desde un punto de vista no oficialista. Creer que los “mitos” mueven los procesos históricos es muy interesante, y puede dar pie a tesis doctorales y a publicaciones especializadas, pero es, si se toma a la ligera, una explicación desorbitada y academicista que no solo guarda poca relación con lo que llamamos “realidad”, sino que empalma precisamente con la afectación erudita que Passalacqua intenta contradecir.

Si, para propósitos de una discusión, quisiéramos encontrar una posible tacha en la película (ejercicio innecesario, ya que esta es excelente), sería esto de que deja solo al pobre García Passalacqua, quien parece luchar solo en contra de la opinión de que, históricamente, el puertorriqueño ha sido dócil. La noción, como se sabe, fue articulada por René Marqués en su famoso ensayo, y ha generado varias discusiones. Partiendo de varias instancias históricas, Marqués sostiene que el puertorriqueño es incapaz de rebelarse, se subordina fácilmente ante opresión política y económica, y es en última instancia un cabizbajo. Se ha querido ver en el cuento “Seva” un ataque a esta visión ácida de la puertorriqueñidad, pero el argumento se cae cuando se considera el género literario de los textos. El de Marqués es un ensayo ácido, pero de pretensiones de interpretación histórica; López Nieves escribe un cuento. Enfrentar uno a otro es como poner a luchar a un gato contra un semáforo: son dos categorías tan distintas que enfrentar una a otra solo puede producir los inútiles dilemas en los que invierten su tiempo algunos académicos desorientados. La opinión de que la historia de un pueblo acusa “docilidad” puede ser visceral, pero su certidumbre no se debate con un poema o un cuento; se puede creer o no creer, pero contradecirla con una obra de ficción es un disparate.

Carlos Pabón cree desmentir la idea de la “docilidad” puertorriqueña con un argumento que está, al decir de Les Luthiers, “razonado fuera del recipiente”. Pabón propone que la violencia criminal sea una buena evidencia para probar que el puertorriqueño no es dócil. El brillante profesor ofrece algunas de las opiniones más acertadas del documental, pero evidentemente no discernió demasiado esta contestación; Marqués se refiere a indocilidad política, no a actos de agresividad interna y criminal. La indocilidad política a la que apunta Marqués se traduce en rebelión política, no en crimen; la falta de cohesión social y de integridad comunitaria, causantes del crimen (juntamente con la pobreza), revelan precisamente una docilidad ante un opresor político. El indócil de Marqués (y de Zeno Gandía) puede llegar a ser fraticida, pero nunca cuestiona activamente su situación social o histórica. Puesto sencillamente: violencia no es indocilidad política, y es un grave error confundirlas.

Curiosamente, quien mejor argumenta este tema (aunque llega a una conclusión incorrecta) es Passalacqua, que cita las acciones de los macheteros y los atentados en contra de Truman como actos de “indocilidad”, pero habría que plantearse si esto desmiente la opinión de Marqués. Estos fueron actos de iniciativa privada y no se tradujeron en movimientos populares: no trascendieron a un plano mayor que pudiese justificar que “los puertorriqueños” (la noción problemática que blande Marqués) no son dóciles. Lolita Lebrón ciertamente es indócil, pero Lolita Lebrón no constituye “los puertorriqueños”.

Ahora, el documental no solo presenta la opinión de estos estudiosos, sino que adopta una postura clara al respecto. Esto es muy interesante, y lo es más en la medida en que uno observa la sutilidad con la que toma su posición. La indocilidad se demuestra en acciones moderadamente recientes como el activismo en contra de la base militar de Vieques. El movimiento en contra de la base militar de Vieques fue un acto de verdadera indocilidad (y no simple violencia o gritería), en la medida en que pudo organizar varios grupos de apoyo a nivel no solo local, sino internacional. A esto debe su maravilloso éxito, y se debe comparar con malogrados intentos de indocilidad como todo lo relacionado a la venta de la Telefónica, por ejemplo. Creo que su éxito se debió en parte (además de los animosos voluntarios que incurrieron en desobediencia civil) a que pudo conectar favorablemente con distintas organizaciones en distintas partes del mundo; por ejemplo, varios grupos en los Estados Unidos proveyeron un soporte moral y activista que aportó una fuerza decisiva al desenlace de los esfuerzos locales.

La película quiere reducir el tema del “puertorriqueño dócil” al mismo nivel de la ficticia Seva: al plano del imaginario popular. Aunque (repito) no creo que sea conveniente enfrentar un texto de crítica social a un texto de ficción, la película, mediante la alusión a Vieques, nos obliga a replantearnos no si una mentira puede contradecir una triste realidad, sino si esta “triste realidad” es una realidad después de todo.

Seva vive empieza y termina con un descubrimiento que es una metáfora. Enterrados bajo las bases de Vieques y Roosevelt Roads están los cadáveres de aquellos hombres y mujeres que lucharon por nosotros, pero que nunca existieron. Desenterrar un cuerpo que solo existió en nuestras mentes es un buen punto de partida para escribir el pasado histórico y para sentarnos, armar un plan de trabajo y proyectar el futuro.

Bolivia, Puerto Rico, Racismo y Déficit

Algunos miembros del Partido Republicano han dado con llamar “racista” a la jueza Sotomayor, por haber dicho que su experiencia como latinoamericana le ha permitido ver el mundo de manera distinta. El Partido Republicano –del cual nuestro gobernador es un miembro prominente- irónicamente ha estado asociado a las posturas más racistas de la política oficial norteamericana.

Las apreciaciones de Rush Limbaugh y Newt Gingrich repiten una constante curiosísima de los argumentos discriminatorios. Cuando un grupo atropella a otro tiende, para justificarse o defenderse, a describirse a sí mismo como un atropellado. Si se ponen las cosas al revés, no hay necesidad de ser lógicos, de ver las cosas en perspectiva. Gingrich es un hombre muy apreciado en Estados Unidos (Time Person of the Year, 1995); no menos respetado, aunque ciertamente más leído, Mario Vargas Llosa argumentaba hace un par de años que Evo Morales, el primer indígena en llegar a la presidencia de algún país latinoamericano, era, no sólo racista, sino indio a medias. En su descripción animalizada lo describió como “vivo como una ardilla, trepador y latero”. La envidia es cosa seria, y la inversión es su herramienta.

Y no es sólo el caso de Sotomayor el que se presta para hacer analogías entre Bolivia y Puerto Rico. Sin ánimos de querer probar nada, sería interesante considerar lo siguiente. Cuando anunció los 30,000 despidos en marzo, el Gobernador Fortuño avisó además que se cortaría su salario de $70,000 en un 10%. Loable, ciertamente. En Bolivia, Morales se redujo su propio sueldo un 57%, para un total de $20,500 aproximadamente. La reducción salarial incluyó la de los legisladores de su partido -cosa impensable aquí- y permitía crear un fondo destinado a contratar más maestros en el sector público. Indudablemente, resulta una forma ingeniosa de empezar a lidiar con un déficit presupuestario.

Se impone, para encontrar alternativas viables, la necesidad de buscar modelos progresivos.

Tuesday, November 3, 2009

La paz y Obama, hasta hoy

El jurado del premio Nóbel subrayó los esfuerzos de Obama por traer la paz al mundo. Mencionaron su acercamiento al mundo islámico, los cambios realizados al Escudo de Misiles de Europa del Este, sus esfuerzos por lidiar con el cambio climático y su tenacidad para eliminar las armas atómicas.

Con respecto al mundo islámico, sería conveniente olvidarnos de la retórica del Presidente y prestar atención a sus acciones. Casa Blanca ha señalado que la fecha en que se retirarán las tropas de Irak no es “rígida”, por lo que elucubrar sobre el fin de la Guerra de Irak es, lamentablemente, precario. Más claro parece el acercamiento de Obama a otros países islámicos de la región. The New Yorker reporta que en nueve meses y medio Obama ha autorizado más bombardeos a Pakistán que los que Bush autorizó en sus últimos tres años de presidencia. El Washington Post, a su vez, comunica que Obama incrementará dramáticamente el número de tropas norteamericanas en Afganistán próximamente.

Una de las preocupaciones más sabidas del mundo islámico es la violencia en los territorios palestinos. El año pasado hubo un ataque israelí a la Franja de Gaza, en el cual murió un gran número de civiles. El Consejo de Derechos Humanos de la ONU investigó los crímenes militares y trató de pasar una resolución para que se tomen medidas con respecto al ataque israelí; la administración de Obama vetó la resolución. Este veto invalida la resolución e imposibilita que a las víctimas civiles se les haga justicia. Anteriormente, la administración Obama había intentado que el gobierno palestino desistiera de pedir justicia en esta causa; la presión pública impidió que el líder palestino Mahmoud Abbas defiriera la investigación. Obama, de hecho, fue muy claro sobre este punto; recién electo, ante la crisis que dejó cientos de civiles palestinos muertos, miles heridos, y miles de desplazados, Obama expresó su preocupación por la seguridad del Estado de Israel. Esto aclara su postura ante el mundo islámico.

Con respecto a los cambios realizados al Escudo de Misiles hay dos interpretaciones. La del Comité del Nóbel y la de ciertos sectores de la prensa sugiere que este es un gesto reconciliatorio frente a Rusia, la antigua enemiga. Obama hizo bien al sacar a Rusia de la mirilla, y así ha hermanado a los antiguos rivales; esta es una interpretación. La otra interpretación la ha dado el mismo Vicepresidente Biden, quien ha catalogado la primera interpretación de “absolutamente equivocada”. El Vice-Presidente ha explicado que el nuevo escudo de misiles cuenta con una mejor tecnología, que no solo sigue cubriendo a Europa, sino que, con un nuevo y mayor alcance, tiene la capacidad de lidiar con Irán. A Irán, otra nación islámica, se le está vedado enriquecer uranio, aunque haya explicado que es solo para propósitos energéticos. Israel viene planificando desde hace tiempo atacar a Irán, por varias razones. El nuevo escudo estadounidense es una advertencia directa a Irán. Los rusos se sienten satisfechos simplemente porque, aunque aún están bajo el campo de tiro, esta vez los cañones apuntan hacia otra parte. Esto aclara el punto del Escudo de Misiles.

Con respecto a los esfuerzos de Obama por lidiar con el cambio climático, habría que considerar lo que Estados Unidos ha hecho, no dicho, sobre el monitoreo de los contaminantes. Obama ha dicho que “el momento de lidiar con el cambio climático es ahora”, pero ha establecido la fecha del 2050 como la meta de la reducción planificada. La Casa Blanca, de hecho, confirmó en octubre que no tiene intención de promover la legislación ambiental este año. El Senado está demasiado ocupado con la deliberación sobre la insuficiente reforma médica de los Estados Unidos (a la que se opone el 60% de la población, al menos). El primer paso para llegar a la lejana meta del 2050, pues, debe esperar.

De otra parte, se ha señalado que las potencias mundiales intentaron achacarse la responsabilidad de las medidas climatológicas entre sí. Los Estados Unidos, que nunca ratificaron –ni obedecieron- el Protocolo de Kyoto, sugirieron recientemente en las charlas de Bangkok que se redacten nuevos parámetros y se abandonen los de Kyoto. Habrá que esperar a la materialización de las decisiones de Copenhague y a ver si los estados que las firmen, las ratifican; si las ratifican, a ver si las siguen; si las siguen, a ver si legislan seriamente y persiguen a cada una de las compañías bajo sus jurisdicciones. Para todo esto hay que esperar.

Este último año, reportó el New York Times, hubo una disminución dramática en las emisiones de carbonos. La causa no la explica ninguna decisión gubernamental directa, sino la actual crisis económica, que ha implicado menguas en el sector industrial que produce las emisiones. Como la economía sufre, la industria produce menos gases tóxicos; la relación entre uno y otro es evidente. Bajo este ángulo, habría que ver si el reciente pacto climático de Estados Unidos y China aspira menos a reducir las emisiones que a minar la pujanza económica china.

Las excavaciones en Alaska, recién aprobadas, tampoco cooperan con el bienestar del medioambiente.

Finalmente, con respecto a la amenaza atómica, Obama ha indicado dos objetivos: Irán y Rusia.

Irán ha dicho que su programa nuclear tiene intenciones energéticas estrictamente. También ha aclarado que no tiene planes de atacar a Israel. Estados Unidos e Israel, en cambio, aseguran que tanto una cosa como la otra son falsas. Sobre este punto, habría que considerar lo siguiente: Estados Unidos tiene el arsenal nuclear más grande del mundo, como bien se sabe, y es quien único ha detonado una bomba atómica militarmente. Se estima que Israel tiene el sexto arsenal más grande del mundo, aunque el gobierno se niega a dar cifras. El que estas dos potencias le nieguen a Irán la opción de producir plantas de energía nuclear es, cuando menos, hipócrita.

En una de las charlas por las que le dieron el Nóbel, Obama hablaba sobre la posibilidad de un futuro sin armas nucleares. Se refería al compromiso mutuo entre Rusia y los Estados Unidos de reducir su arsenal una tercera parte: solo se le permitirá ahora a cada país tener 1,500 armas nucleares (todos sabemos el daño que haría la detonación de una sola). El generoso trato, la nueva relación amistosa con Rusia, tiene el beneficio además de permitir que Estados Unidos transporte armas por territorio ruso hacia Afganistán, lo que le ahorrará a los Estados Unidos unos 133 millones de dólares. El diario ruso Kommersant reporta que, a su vez, el gobierno de Estados Unidos asegura reducir las críticas a las constantes violaciones de derechos humanos en Rusia.

Todavía debemos esperar a que las decisiones de la administración Obama acerca de las armas nucleares se concreten. Al momento, IPS informa que no solo la producción de bombas atómicas no se ha detenido, sino todo lo contrario: El programa “Complex Modernization” del Departamento de Energía (iniciado por la administración de Bush) pretende expandir las dos principales instalaciones fabricantes de armas nucleares: Y-12 y el Laboratorio de Los Álamos.

Se comentó que el Nóbel podría ser un inconveniente a las políticas de Obama. Aunque no por las razones que fueron dadas, esperemos que esto sea así.