Saturday, December 11, 2010

La huelga de la UPR y el año nuevo

El presidente de la Universidad de Puerto Rico comentó que la institución corre el riesgo de cerrarse. Agregó que rechaza negociar con el Comité de Representación Estudiantil, rechaza la presencia de un mediador, y rechaza la reciente propuesta “La Universidad: Sumando Ganamos Todos”. Tanto rechazo debe ponerse en contexto, y abre la puerta a un número de preguntas.
¿Por qué corre el riesgo de cerrarse? ¿Qué hace la policía en la Universidad? ¿Qué significa que se cierre la Universidad? ¿Qué seres malintencionados desean cerrarla? ¿Qué táctica se puede utilizar para evitar la cuota sin que se cierre la Universidad?

Las primeras dos preguntas son urgentes. La rectora Guadalupe comenta que solicitó la entrada de la policía al Recinto de Río Piedras “porque la prioridad es conservar la acreditación del recinto”. Para no perder la acreditación, debe haber presencia de la policía. En el pasado, la presencia de la policía en el campus provocó muerte y violencia, por lo que, para darle el voto de buena fe a la rectora, la palabra clave debe ser “acreditación”. Sin acreditación, la Universidad cierra.
A la Universidad de Puerto Rico la acredita la Middle States Association of Colleges and Schools, que funciona bajo el Departamento de Educación federal. Ellos son quienes acreditan. Luego de su visita de septiembre de 2010, la Middle States redactó un reporte en el que (y me he leído sus 13 páginas ya seis veces) no se sugiere que el hecho de que los estudiantes protesten y hagan huelga podría producir una desacreditación. Puede que me equivoque en mi lectura, y dejo el link para que me ayude alguien: http://recend.apextech.netdna-cdn.com/static/docs/editor/20101102_informefinalmiddle.pdf
De hecho, la Middle States aprueba la labor de docentes y estudiantes en el cumplimiento de los requisitos académicos que el semestre (detenido por una huelga) implicaba: “Each institution is commended for putting in place opportunities for students to complete their studies”(p.12). Aunque en el texto se sugería una preocupación obvia por la posibilidad de que no se cumpliese con el estándar de Ofrecimiento Educacional, finalmente se satisfizo con la evidencia que se le presentó. La UPR aprobó en este tema.
Sin embargo, Middle States no opina que la Universidad cumpla con el estándar de Gobierno y Liderazgo. Ante la Middle States (que, repito, está bajo el Departamento de Estado federal), la administración de la UPR se cierra al diálogo, maneja sus fondos de manera oscura, parece nominar sus presidentes como premios políticos y hasta podría poner en riesgo la seguridad de los miembros de la Universidad. Todo esto aparece en blanco y negro en el documento que cito. Es fácil citar (para avalarlo o burlarnos de él) las peroratas de Rodríguez Ema en la radio, pero el documento —al solo tener 13 páginas— amerita que lo releamos.
Por ejemplo, Rodríguez Ema afirma que la administración universitaria nunca se ha negado a dialogar con el estudiantado. La Middle States difiere: “UPR Central Administration does not give evidence of having an effective means of communicating with its constituencies. We saw no evidence of ongoing, meaningful dialog with faculty or students” (p. 8). El gobernador, el presidente de la UPR y los rectores comentan en El Nuevo Día constantemente que están en disposición de dialogar, a lo que elegantemente responde el documento de la Middle States: “Simply stating an open door policy does not make it truly open” (p. 7).
Con respecto al estándar de manejo de la economía, la Middle States se quedó con las ganas de saber qué pasaba exactamente dentro de la Universidad. “The lack of current data means that the Team is unable to confirm compliance with Standard 3” (p. 5). No hubo ni hay información disponible, por lo que ni la Middle States ni nadie se enterará por lo pronto de las finanzas de la UPR.
El proceso de la selección de diversos líderes universitarios no está claro. En el reporte: “The process of selecting members is unclear” (p. 8). Creyó ver, además, “evidence of difficult relations between members”. La Middle States requirió, recomendó y sugirió. Requirió: “Evidence that steps have been taken to assure continuity and stability of institutional leadership particularly in times of governmental transition” (p. 10). Particularly es un eufemismo. Recomendó: “that a formal process of succession planning be implemented” (p. 9). Sugirió: “fixed terms for the UPR President, Chancellors, and other senior leaders” (p. 10).
Leemos en la prensa que el presidente justificó el horrible vandalismo que recibieron nuestros portones, arrancados para “garantizar la acreditación del Recinto y propiciar una Universidad abierta y operacional”. La Middle States, por su parte, confiesa: “the Team found no evidence that campuses were involved in the discussions or decision that created the Open University program of removing the gates and fences at campuses; indeed, several campuses […] raised concerns about campus safety if the gates and fences are removed” (p. 8).
Ya que nuestra administración contradice punto por punto las observaciones de la Middle States, queda la duda de qué es a lo que se refiere el presidente con que “se tomen todas las medidas necesarias para proteger el patrimonio del pueblo [y] la acreditación de la Institución”. Aquí la palabra clave es proteger. Debo hacer una analogía. En las películas de gánsteres, el mafioso va adonde el dueño de una tienda y le dice algo así como “I have a friend of mine who wants to harm you bad” y le cobra a su víctima un dinero de protección. Protección equivale a extorsión, aquí. Decir que una huelga provocará la desacreditación de la Universidad es una perversión deliberada de los hechos.
Ante este panorama de mentiras y abusos, hablar de “dos bandos” es ya irse de un bando. La presencia de la policía en la universidad, bajo esta luz, no merece comentario.

Puerto Rico no ha sido el único escenario de luchas estudiantiles en lo que va de semana. El reportaje del New York Times sobre las luchas estudiantiles en Inglaterra es un buen antídoto para la insistencia falsa y añeja de querer enmarcar la huelga puertorriqueña con nomenclatura de la Guerra Fría, (algo que terminó oficialísimamente hace 21 años). Aún los ingleses (quienes se inventaron el capitalismo) están abrumados por los excesos de sus líderes, quienes utilizan la crisis económica para justificar sus políticas. En el caso de las universidades británicas, se traduce en un alza de hasta tres veces el precio de la matrícula y un recorte de los recursos académicos.
Ante la noción de que los estudiantes planean sabotaje indiscriminado y actos delictivos, el reportaje cita a un líder estudiantil, quien comenta: “Nonviolence is essential — once we resort to violence it’s the only thing the media picks up”. Ante la repetida queja de que los estudiantes sólo quieren dinero para drogarse y emborracharse, responden coherentemente que temen que la educación se dirija hacia un “completely privatized education system”. No se trata de un pequeño grupo de “dropeados de Sociales”, sino de un conglomerado compuesto por decenas de miles de ciudadanos: “Many of the London protesters were still in high school”.
En Grecia también hubo confrontaciones entre estudiantes y policías esta semana, con un saldo de cinco heridos y 85 detenidos. El panorama griego es mucho más crítico que el británico, y los disturbios han implicado una violencia mayor, lamentablemente.
Hay que insistir en ello, ya que los antagonistas de la Universidad insisten en repetir que se trata de “minúsculos grupos de nacionalistas que quieren destruir la universidad”. Más o menos para la misma semana en que Romero Barceló expectoraba sus lamentables opiniones sobre los estudiantes puertorriqueños, alrededor de 25,000 ciudadanos del estado de Nueva Jersey protestaban en contra de los recortes del sistema de educación público de dicho estado, cortesía del gobernador Chris Christie, igual de republicano que Fortuño. Los 25,000 neojerseyanos habrán sucumbido ante los tentáculos de la FUPI, según la teoría trasnochada que oímos en boca de nuestros líderes.
Discutiendo el alza de matrícula del sistema público californiano, frente al sistema universitario mexicano, escribe Chomsky: “The recent cut-backs in higher education seen in much of the world cannot simply be traced to economic problems. Rather, they reflect fundamental choices about the nature of the society in which we will live”.

Los estudiantes puertorriqueños, ingleses, griegos y estadounidenses, pues, luchan a favor de una educación pública, y contra el “completely privatized education system” que proponen nuestros respectivos gobiernos. ¿Quién, pues, está luchando por que se cierre la Universidad?
Aunque parece que hemos tocado fondo, la UPR tiene una larga trayectoria de presidentes pestíferos. El Dr. José M. Saldaña, con esa mezcla de honestidad y barbarismo que lo distingue, propone que la “opción de cierre es posiblemente la más adecuada y necesaria para repensar de arriba hacia abajo a ese recinto que las más de las veces aparenta haberse salido de su cauce y ser ingobernable”. Las palabras de este antiguo presidente concuerdan con las acciones del presidente actual.
Ciertamente es ingobernable la UPR si nuestra definición de ingobernable se aparta de los estándares más básicos de la democracia. Para entender la noción de gobernabilidad de los presidentes de la UPR, cito a George W. Bush (igual de republicano que Fortuño), quien bromeó una vez: “If this were a dictatorship it would be a heck of a lot easier, just so long as I’m the dictator”. Bajo esta óptica, la UPR es ingobernable. De más está decir que la Middle States criticó la Universidad precisamente bajo el estándar de Leadership and Governance.
Pero por supuesto es más práctico crear un enemigo inexistente y culparlo a él. Saldaña sostiene que las protestas son incitadas por “activistas de tendencia política de izquierda, particularmente en las facultades de las Ciencias Sociales, de las Humanidades, Comunicación y Pedagogía”. Esto es falso en más de un sentido. Por un lado, retoma una vez más el vocabulario de la Guerra Fría, que explica el mundo como la confrontación entre el comunismo y la democracia. Pero el comentario es además falso en un sentido más obvio. En el último video de la APPU, profesores de todas las facultades (incluidas las de Naturales y Administración de Empresas, que en la imaginación de Saldaña serían “menos de izquierda”) se han solidarizado con la lucha estudiantil (e.g., http://www.youtube.com/watch?v=Y1FMXF3V63I); el texto “La Universidad que queremos”, en cambio, que critica severamente la huelga, le pertenece principalmente a profesores de las facultades de Humanidades y Ciencias Sociales. Nuestro presidente, de hecho, fue por años profesor de Literatura Hispánica.

Uno de los mecanismos de propaganda que describe Orwell en 1984 consiste en denominar las cosas con un término exactamente opuesto de su función verdadera. El Ministry of Peace, en la novela, no se encarga de la paz, sino de la guerra; de igual forma, nuestro Departamento de Defensa se encarga de la agresión. No debe sorprendernos que las declaraciones del presidente De la Torre y de la rectora Guadalupe, justo después de contratar a una compañía de bouncers para acallar a los estudiantes, insistan en que quieren “proteger y garantizar el derecho de todos los que quieran protestar” (lo comenta cuatro veces en cinco minutos).
El presidente establece una dicotomía entre los que quieren protestar y los que quieren estudiar. La separación es maliciosa e implica que quienes protestan no quieren estudiar. A fin de cuentas, esto no importa. La protesta estudiantil no es un tema de libertad de expresión; es un tema de lucha social. Establecer unos espacios específicos para que protesten los que quieran protestar es un acto de cinismo inaudito.
La justicia social se lleva a cabo protestando en sitios en donde no se permite protestar. La costurera afroamericana Rosa Parks se sentó, hace 55 años, en un asiento de autobús en el que no podía sentarse. No fue un acto de libertad de expresión, sino de lucha social. Fue un acto de desobediencia que conllevó multas y cárcel, pero que llevó a un estado de menor injusticia.
El que la administración demarque un espacio para la catarsis no constituye un esfuerzo por dialogar y resolver problemas, especialmente cuando hasta la Middle States reconoce que “we saw no evidence of ongoing, meaningful dialog with faculty or students”.

¿Qué opciones hay, pues, para combatir la cuota sin que el gánster recurra al friend of mine who wants to harm you bad? La literatura académica en torno a la huelga se ensancha, y va desde textos articulados con lenguaje militante (Rafael Bernabe) a reflexiones ensortijadas (Bernat Tort); de modestas propuestas (Rubén Ríos) a propaganda vulgar y manipuladora (Madeline Román). Leo y releo la insistencia de que se deben buscar “otros métodos” que no sean la paralización de las clases, pero no todo el mundo propone cuáles serían los “otros métodos”.
Cada propuesta tiene sus pros y sus contras. Por ejemplo, la violencia se presenta como una opción atropellada. Dispararle al presidente impediría que él cerrara la UPR, pero no que otra persona la cerrara, y está de más recordar que hay una fila de doctores esperando heredar el puesto de monigote político. Ir en contra de la policía y de la guardia nacional con palos y revólveres es una tontería por más de una razón, y el mero hecho de articularlo esta posibilidad en público ha entrañado el que se planee abrir cuarteles de la policía dentro de los recintos.
La administración y el gobierno actúan como si quisieran cerrar la UPR, como si esa fuera su meta. Si los estudiantes reaccionan a las provocaciones con violencia, estarán sirviéndole la Universidad en bandeja de plata a Fortuño y compañía. A nuestra triste administración le conviene que haya violencia, para acelerar lo que parecerían ser sus metas. El altercado de la semana pasada sirvió de excusa para reestructurar (violar) la política de no confrontación que llevaba décadas en exitoso vigor.
De otra parte, vestirse de luto y pedir renuncias no producen nada. No se trata de libertad de expresión, sino de lucha social.
Amplios sectores del estudiantado están cansados y desilusionados. La administración les ha tirado con todo: la policía, la fuerza de choque, propaganda costosa en todos los medios, sanciones académicas, demandas civiles, Chicky Starr; you name it. Si de algo no podemos acusar a nuestro gobierno es de contrincantes ineptos. No es ilógico que los estudiantes empiecen a ver la huelga como algo que no funciona.
Por mi parte, ya que el argumento de que la huelga provocará la desacreditación de la UPR es una distorsión intencional, no desaprobaría continuar con ella, aunque de manera evolucionada. Los estudiantes organizadores están mucho más versados que yo en la historia de las luchas civiles, y sabrán cómo protestar sin incurrir en la violencia, ya sea utilizando las avenidas Barbosa y Universidad como estacionamiento de cientos de vehículos, convocado asambleas interminables que suspendan las clases, declarando un sinnúmero de paros de 24 horas, pactando con las uniones, etc. Todas estas acciones conllevarán sanciones y multas. A Rosa Parks la detuvieron y la multaron por catorce dólares.
Es importante, además, estrechar vínculos con nuestros aliados en Estados Unidos. La administración de la UPR está jugando con fondos públicos y federales, y está contraviniendo las disposiciones de un emisario del Departamento de Educación. Esto no es pecata minuta. Si bien es cierto que el partido de nuestro gobernador (el Republicano) está en control de la Cámara de Representantes federal, hay alguno que otro actor importante que ya se ha solidarizado con los estudiantes puertorriqueños.
De otra parte, el 2012 se avecina. El daño descomunal que la Universidad y el país han recibido a manos de Fortuño podría revertirse en alguna medida. Sinceramente, dudo que el Partido Popular tenga mejores intenciones que el PNP, pero ese minúsculo grado que lo hace menos agresivo suaviza un tanto los procesos de justicia social. Sería una lástima que, con una administración popular, el estudiantado perdiera el sentido de organización y lucha que lo ha distinguido; echo una mirada al mundo y, lleno de esperanza, sospecho que tal cosa no sucederá. The times they are a-changing.
Una cosa está clara: la violencia (ni siquiera la violencia verbal) es el arma del poderoso. Lo es porque agrede y porque utiliza la agresión del otro para justificar la propia violencia. No puede haber violencia de ningún tipo. Protestemos, retirémonos cuando llegue la policía. Volvamos en los cambios de turno o cuando sea. Retirémonos de nuevo. Así peleaba, más o menos, Aquiles. Los profesores (la mayoría) estamos del lado de los estudiantes y no cruzaremos línea de piquete. Resistamos los últimos minutos de la pelea, que la campana esta lista a doblar, y no será su canción un réquiem por los estudiantes.

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