Saturday, March 12, 2011

La huelga de la UPR y la representación

Las pasadas navidades en Egipto le regalaron al mundo una demostración de amor que muy bien pudo haber constituido un vaticinio de lo que iba a ocurrir un mes después. Miles de musulmanes egipcios se reunieron frente a iglesias coptas a lo largo del país para servir de escudos humanos y proteger a sus compatriotas cristianos del sectarismo que quería hacerse presa de la misa navideña. El lema de la actividad, ideado por el artista Mohamed El-Sawy, era “O vivimos juntos, o morimos juntos”. Ya sabemos lo que pasó luego en El Cairo. El mundo no está tan fraccionado como nos quieren hacer ver, y la solidaridad es prueba fehaciente de esto.

Y en Puerto Rico… Para la misma fecha de los escudos humanos egipcios (6 de enero), se hacía oficial el que nuestro representante en el Congreso federal (con el de DC, Samoa, Guam, etc.) perdiese el poder del voto. Aunque ninguno de estos representantes ha tenido pleno poder de voto, en alguna que otra sesión se les había permitido votar en condiciones especiales (cuando la Cámara estaba en el llamado Committee of the Whole); la cosa es que acabó de perder el asomo del rastro de la eventualidad del rastrojo de la posibilidad del voto, gracias a la mayoría republicana. La pérdida de nuestra representación atrofiada coincidió, pues, con el acto de solidaridad egipcia. Esto es muy curioso, por lo siguiente.

Hace unas semanas, el congresista Gutiérrez, de Illinois, puso en una balanza las acciones represivas de los gobiernos egipcio y puertorriqueño. Gutiérrez ensayaba un asomo de solidaridad y un asomo de representación con un grupo que escasea cada vez más una y carece por completo del otro. La respuesta de Pedro Pierluisi, nuestro “representante” real (a quien le acababan de quitar el poco voto que tenía), merece la atención: Gutiérrez había ofendido al pueblo puertorriqueño al denunciar el uso desmedido de fuerza al que los manifestantes de la UPR habían sido sometidos, al hacer una comparación con Egipto. Defender es representar mal, y representar es callar; el que representa, calla y el que habla, ofende. Estos confusos juegos conceptuales, que viran patas arribas el sentido común, se dan en dos espacios: en el populismo político (término manoseado, pero aún útil) y en el llamado “discurso intelectual” (término igualmente manoseado).

Realmente, uno no debe ser demasiado duro con el comisionado residente: ser solidario no es fácil. Pierluisi, indistintamente de lo que cruce por su cabeza, debe responderle a su jefe, cosa que no es fácil tampoco. El jefe de Pierluisi, para decirlo en palabras bonitas, homenajea a Juan Ponce de León en la semana que abre con el Natalicio de Martin Luther King, lo que parecería ser una metáfora del lío en el que anda metida la Universidad y el país.

Ser solidario no es fácil. Solidario, me refiero, en el sentido en que los musulmanes egipcios lo fueron con sus hermanos coptos; solidario en el sentido que deberíamos serlo en nuestra isla. Nos esforzamos por no desilusionarnos del liderazgo político de la oposición local; quien parecería ser nuestro futuro gobernador le ha fallado moralmente a la Universidad dos años y medio antes de llegar a la Fortaleza, por su falta de compromiso con la educación pública, su pronunciamiento tímido y medroso y —Dios quiera que me equivoque— su oportunismo. De otra parte, está claro que el rol de las uniones es agenciar el bienestar de sus afiliados, y no salvar el mundo, pero la “cautela” con la que los dos principales sindicatos de la Universidad han obrado en la huelga estudiantil no demuestra el grado de solidaridad a la que pueden llegar, si se lo propusieran. La afirmación simbólica y el apoyo emocional son bien recibidos, pero no sirven para mucho. El punto está claro: nuestros representantes no nos representan, y las uniones representan a sus miembros, no a otros grupos. Ser solidario no es fácil.

La Asociación de Profesores ha hecho, sí, un esfuerzo por respaldar a los estudiantes, especialmente cuando el uso de la fuerza bruta empieza a parecerse a la del Oriente Próximo. El esfuerzo de la APPU ha recibido una reconvención de parte de una serie de académicos de renombre (y otros de no tanto), quienes insisten en hacerles un llamado a los huelguistas para “detenerse por un segundo y analizar la situación”. Se llama a un “debate, diálogo, cuestionamiento, replanteamiento, análisis”, etc., lo cual suena muy coherentemente si olvidamos el hecho de que hay que decodificar estos términos. “Análisis” y “debate” repiquetean con un eco académico, y es obvio —se sobreentiende— que debemos analizar detenidos (se aduce la imposibilidad de analizar activamente).

De salida, el llamado es comprensible: la reacción inmediata de un académico ante un problema urgente es proponer que se haga un seminario para discutir un tema. Los llamados “intelectuales liberales” tienen la costumbre de dar sugerencias de cómo el ahogado puede ser menos agresivo y más correcto, y de cómo la inacción es menos insensata que la acción. Ahora, cuando hasta los investigadores rigurosos ignoran datos básicos y evidentes, uno no puede más que cuestionarse sus intenciones. La cantidad de análisis que se han hecho, de parte de estudiantes y profesores, las propuestas, conversatorios, ponencias e investigaciones que a puerta abierta, cerrada, entornada, vigilada y libre se han llevado a cabo para discutir el tema de la huelga y ofrecer soluciones al déficit no parece pequeña. Hasta el New York Times y el New York Daily News reseñan las más de 200 páginas de iniciativas que han entregado los huelguistas a las autoridades. La huelga ha sido todo menos ignara.

Se divisa, pues, a lo lejos, el barrunto de un huracán de hipocresía que ignora las discusiones que se han hecho en torno a la huelga y presenta el estatismo como algo más académico sui generis que la lucha acompañada de análisis. “Debate, diálogo, cuestionamiento, etc.” (términos manoseados) se traducen en este contexto en “romper huelga”, en “falta de solidaridad”. Aunque no haya existido la intención (lo que equivale a decir que fue “de manera irreflexiva”), no sorprende que la administración se sirva de tales argumentos. Indistintamente de cuántas veces nuestros colegas citen a Michel Foucault (a quien parece que no han entendido), aquí se asoma una obvia complicidad con el poder. Pero está claro que ser solidario no es fácil.

Obviamente, no todos los universitarios están de acuerdo con las consecuencias más incómodas de la libertad de expresión. Algunos, van más allá, como el profesor Conlan, se toman la justicia en sus manos y utilizan sus recursos intelectuales y físicos para aplastar estudiantes. La dinámica de Conlan es una diminuta ilustración que protagonizan un hombre de autoridad, grandote, apolíneo, versus muchos jóvenes desgarbados que defienden una puerta. Alguna gente estaría tentada a interpretarlo como una metáfora. Frente a un estudiante bilingüe, Conlan trató de argumentar algo sobre la ilegalidad de la acción de los jóvenes que bloqueaban la entrada, lo que es muy curioso si se toma en cuenta que él ha abogado por la derogación de la Política de No Confrontación (ley universitaria) y ha estirado los límites de la definición de lo que significa “libertad de cátedra” en el reglamento universitario para amenazar con colgar a los estudiantes que participen en las huelgas. Para Conlan, está visto, el propósito de la ley se traduce en defender el derecho del abusador. Punto seguido hace una llave de lucha libre a un estudiante que obedecía el dictamen (errado, nebuloso, impropio, lo que sea) de una Asamblea legal.

Con más desenvolvimiento (aunque menos garbo) la alta administración replica las acciones del rubicundo profesor. Las leyes universitarias y estatales se reescriben cuando resulta necesario; cuando no, se viola directamente la ley sin reparo alguno. Ejemplo de lo primero son el agigantamiento de las cortes y las juntas y la prohibición de las manifestaciones; ejemplo de lo segundo son las “pausas” académicas, el uso excesivo de la fuerza, etc. Se empieza por las buenas; si no funciona, se va por las malas.

Al menos, y para su merecimiento, el profesor Conlan tuvo la decencia de no obrar sinuosamente y dejar clara su postura pro-confrontación, sin escudarse en palabras como “debate, diálogo y análisis”.



If they move too quick (oh whey oh)

They’re falling down like a domino


En el reciente congreso de la MLA, pude intercambiar impresiones con algunos profesores que andan activos en los movimientos de lucha estudiantil en Estados Unidos. En una mesa del “Radical Caucus” hablaron profesores de CUNY, U de Illinois-Urbana, U of Minnesota-Twin Cities, Ramapo College, U de California-Irvine y Quincy College. Los reclamos estudiantiles varían de una u otra institución, pero todo el mundo parece estar de acuerdo con que el enemigo es el mismo: un ataque despiadado a la Educación pública con la excusa falsa de la crisis económica.

El panorama de las luchas estudiantiles en el continente no varía demasiado. En California se sabe que la policía les dispara Tasers a los estudiantes, además de apalearlos. En Quincy College despidieron (léase, no le renovaron contrato) a un profesor a medio tiempo por su participación en el activismo. No todas las noticias son malas: en Urbana-Champaign, en 2009, la huelga tuvo un resultado favorable, ya que la organización de empleados graduados ganó sus peticiones.

Asimismo, el 4 de marzo de 2010 se convocó un día nacional de protesta por los recortes en los fondos de Educación. “Don’t believe anybody from the governor’s office when they say budget cuts are inevitable”, indicaba Barbara Bowen, presidenta de la unión de docentes y no docentes de CUNY (Clarion, 4/2010 p.3). Aunque las manifestaciones se dieron a lo largo de Estados Unidos, fue en California donde más se sintieron: 10,000 personas en San Francisco, una marcha de 5 millas que contó con mil personas, la detención del tráfico en la Interestatal 880/980 y un saldo de 160 arrestados.

Pero ha sido Wisconsin, estas últimas semanas, la víctima más aguda de un ataque frontal en contra de la libertad de expresión, los derechos civiles y las leyes obreras. Su gobernador (igual de republicano que Fortuño) ha amenazado con activar la Guardia Civil para atacar a los manifestantes estadounidenses que intenten llegar a convenios colectivos. La acción (no muy distinta de iniciativas boricuas) es una violación del artículo 23 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, del ítem 2 de la Organización Internacional de Trabajo y (muy posiblemente, de acuerdo con qué politiquero la interprete) la Constitución de Estados Unidos (recordemos que tales documentos son, al menos en papel, the supreme law of the land). El gobernador de Wisconsin (igual de republicano que Fortuño) aceptó haber coqueteado con la idea de infiltrar revoltosos en las manifestaciones, para crear una distracción. Pues bien, los estudiantes y trabajadores universitarios se han lanzado a las calles con los miles de protestantes para defender un derecho que es, a la larga, bastante básico. Un derecho que, al menos en el papel, conforma la base de la llamada “libertad americana”.

La prensa oficial estadounidense, de otra parte, insiste (es su deber) en que los estudiantes de ese país son apáticos, enajenados, dóciles. “Rising college fees rarely elicit more than shrugs among most students in the United States”, reza un reportaje del New York Times (15/1/2011). Hay una razón muy válida por la cual la prensa subraya esta perversión de la realidad, y esta razón va de la mano de la amenaza de la Guardia Civil de Wisconsin, de la activación de la fuerza de choque en Puerto Rico. El poder no puede darse el lujo de que los estudiantes (o nadie) reclamen un mínimo de justicia y coherencia. Los riesgos son muy altos, y hay un sinnúmero de casos aleccionadores. El 23 de octubre de 2010, por ejemplo, la Corte Suprema Administrativa de Egipto le ordenó a la policía salir de las universidades del país, a las que venía ocupando hacía meses. Y ya sabemos lo qué pasó luego en El Cairo. Para finales de enero, en medio de las manifestaciones multitudinarias, clamó un coronel del ejército egipcio: “Váyanse a su casa en silencio y mañana oirán noticias alegres en la televisión”, a lo que diligentemente contestó un hombre de la calle: “Esto no es una demostración, sino una revolución” (Haaretz 29/1/11).



All the Japanese with their yen

The party boys call the Kremlin

And the Chinese know (oh whey oh)


En su mensaje televisado, nuestro dear leader indicó que redujo su salario de $70,000 en un 10 por ciento. Loable, ciertamente, aunque palidezca un tanto con la acción de Evo Morales, mandatario de Bolivia, quien se redujo su propio sueldo un 57 por ciento, para un total de $20,500 aproximadamente. A ningún lado llevará intentar comparar la calidad de uno y otro líder, y no es este el espacio de ver cuáles salarios y contratos se han reducido y cuáles se han aumentado en las altas nóminas del partido. Sí me incumbe lo siguiente: el costo de la Universidad ha subido y el número de estudiantes ha bajado. Esta tragedia cuantificable debe tener algún propósito, debe ser un mal necesario, ¿no?, debe haber sido la víctima propiciatoria para que otra cosa se haya dado. Como, por ejemplo, el milagro económico que vive el país al momento. La bienaventuranza de capital que vivimos, y sobre todo los prospectos alentadores de un mejor mañana vienen al precio de encarecer la educación postsecundaria, ¿no? Démoslo por bueno, como ejercicio: la educación debe disminuir para que haya mejoras en la economía.

Hay muchas maneras de medir la salud económica de un país. El nivel de desempleo, el crecimiento económico, el valor de la propiedad inmueble, el crédito, etc. Con respecto al desempleo, el gobernador comentó en su mensaje la creación de 27,600 nuevos empleos netos de agosto a diciembre del 2010, lo que no ha impresionado demasiado al Departamento de Trabajo federal, cuyos números hablan muy mal de la gestión local. De hecho, el desempleo viene subiendo de manera alarmante: de 2004 a 2008, el desempleo rondaba entre 10 y 12.8%; en este cuatrienio, varía entre 13 y 17% (http://data.bls.gov/pdq/SurveyOutputServlet?series_id=LASST43000005&data_tool=XGtable). El Departamento de Trabajo federal aún no se ha rendido ante los revoltosos de la UPR, por lo que consiste en una fuente fiable.

Con respecto al crecimiento económico, todos nos recordamos de la infame tablita de la revista The Economist, que catalogaba el crecimiento de nuestra isla como el más desacelerado del mundo (-4.2% de crecimiento), por lo que nuestro gobernador no puede estarse refiriendo a este particular en su discurso de autoalabanza. Ignoro si la proyección de The Economist toma en cuenta la posible salida de las farmacéuticas, debido al impuesto que se les ha prometido. Nuestro gobierno apuesta a que el IRS dé un crédito federal por la cantidad equivalente del dinero que las farmacéuticas deberán pagarle al Departamento de Hacienda, y ojalá Dios quiera que todo salga bien, pero por el momento tenemos el peor índice de crecimiento del planeta Tierra, lo que se suma al alza en el desempleo.

Cuando comenta nuestra convalecencia, Fortuño tiene en mente la calificación del índice bursátil de la Standard & Poor’s, que amenazó con calificar los bonos de la isla como “chatarra”. No vi nunca una discusión local (seria, sin partidismo de ningún lado) sobre las consecuencias reales de esta posibilidad, pero lo cierto es que Grecia, a quien Standard & Poor’s sí la catalogó de “chatarra”, está justo por encima de Puerto Rico en la tabla de The Economist. La chatarra griega parece tener mejores prospectos que la isla borinqueña. Indistintamente de las proyecciones privadas de su administración, el Informe de la Junta de Planificación establecía que “el año fiscal 2009 se caracterizó por una desaceleración sostenida en todos los indicadores económicos”. El futuro, si las cosas siguen como van, no luce bien.

Es injusto culpar a Fortuño del desastre actual, así como es injusto de su parte culpar al PPD. Sucede que ha habido una crisis mundial. De otra parte, cuando se nos presenta con un número recargado de medias mentiras y jueguitos de palabras, debemos ponernos alerta. A nadie debería satisfacerle “oír noticias alegres en la televisión”, como recomendaba el coronel egipcio, mientras uno de los motores principales de creación de empleos (i.e., la Universidad de Puerto Rico) pierde matrícula, se encarece y se ve ocupada por el SWAT.



All the school kids so sick of books

They like the punk and the metal band


Escribe Daniel Denvir: “In North Carolina, UNC Asheville is contemplating the elimination of 20 to 40 positions and double-digit tuition hikes. Western Carolina University already eliminated 93 positions for the current academic year, and Washington Democratic Governor Christine Gregoire’s proposal includes 11 percent tuition hikes in 2011 and 2012. New Jersey higher education has been cut by $130 million”.

El nivel académico de Estados Unidos baja cada vez más; el país más rico del mundo no está entre los primeros diez países con mejor sistema universitario. Irónicamente, ya que los latinoamericanos son el grupo étnico de mayor crecimiento en Estados Unidos, a las estadísticas sobre la educación estadounidense le convendría que los puertorriqueños (entre otros) tengan más acceso a la Universidad (Diálogo, 11/1/11). Nuestro Gobernador, sin embargo, al ser un uncle Tom latino, valedor del ala empresarial del Partido Republicano, gestiona en la dirección diametralmente opuesta. Está claro que el proceder de Fortuño no se aleja del de los gobiernos de derecha que utilizan el pago de deudas externas y los créditos internacionales como excusa para concentrar el poder y subrayar las diferencias de clases. Es imposible saber qué tiene en mente exactamente y por qué hace lo que hace (mi impresión es que trabaja en su resumé), pero podemos llegar a unas conclusiones observando tanto sus actos como sus palabras. El mismo Fortuño ha declarado que su héroe es el expresidente Ronald Reagan, bajo cuya administración (que se fue con uno de los peores índices de aprobación de la historia de su país) la economía estadounidense sufrió golpes de los que aún no se ha recuperado. Además de ser uno de los más infames enemigos de las uniones laborales y estudiantiles, Reagan desbarajustó la economía de Estados Unidos, en más de una manera. “When he came into office”, comenta Chomsky, “the United States was the world’s leading creditor. By the time he left, it was the world’s leading debtor”.

Está claro que nada de esto se puede hacer sin una campaña de adoctrinamiento que consiste en desprestigiar la solidaridad y la unión. Hay que dejar claro que los estudiantes están solos. Que su función es mínima. Que deben estudiar y callarse la boca. Que son una carga. Que a nadie le importan, excepto cuando se ponen a protestar. Sobre todo, hay que desvincular el presente del futuro: el hecho de que ellos crearán y manejarán la riqueza de mañana. Hay que insistir en que la educación pública no importa demasiado.

El ataque frontal se evidencia en el plano económico, ya que existe tiene, gracias a la crisis, la excusa perfecta para desarticularse. De lo económico a lo laboral hay solo un paso, y en la Academia lo laboral no se aleja de la “libertad de cátedra”. Oscar Arias, uno de esos rutilantes premios Nóbel que engalanan la pléyade de defensores de la libertad, se queja de que “teachers’s unions decide for themselves how much teachers should work and what they should teach” (Foreign Affairs, Jan/Feb 2011, 3). Parece molestarle particularmente el que muchas universidades (no cita ninguna) “devote themselves to teaching authors no one reads and repeating doctrines in which no one believes” (4).

Los autores y las doctrinas a las que alude el guiño de Arias habrán de ser las de izquierda, supongo, aunque él —político al fin— no especifica. Asimismo, en la huelga de nuestra universidad se reitera que los manifestantes son “gente de izquierda” (voces más coloridas los denominan “comunistas”). Ygrí Rivera, por ejemplo, asegura que sólo se resiente un “grupito de 30 o 40”, que busca perturbar el sistema por “ideologías políticas”. Aquí hay varios temas: en primer lugar, se sugiere que los estudiantes que difieran del marxismo-leninismo están dispuestos a pagar la cuota gustosamente. Establecer que sólo un comunista se negaría a pagar $800 es una suerte de chiste interno de la administración. Desatiendo semejante tontería, paso a preguntarme algo más razonable: ¿importa, en lo más mínimo, la ideología política de los estudiantes que se quejan de la huelga? Comentar que algunos estudiantes son independentistas es irse por la tangente flagrante, flagrantemente. Algunos habrá que son cristianos, y un musulmán tiene que haber por algún lado. No importa. El tema es que se les está cobrando algo que no deben (y muchos no pueden) pagar. El tema es que se le quitó fondos públicos a la Universidad, y que esos fondos se pueden recaudar de varias formas sin tener que cobrárselos a las familias puertorriqueñas por las cuales dice Fortuño desvelarse por las noches. Y hay más de doscientas páginas de propuestas sobre cómo hacerlo, por más que intenten obviarlo algunos compañeros profesores.

El hecho de que haya banderas de sindicatos y grupos de izquierda en las manifestaciones tiene una explicación muy dolorosa. Los grupos oficialmente estadistas, que deberían defender los méritos incuestionables de la libertad estadunidense y su Constitución, prefieren contradecir lo que se supone sean sus ideales por una ceguera partidista triste en extremo, que ni a un demócrata centrista como Luis Gutiérrez se le ha escapado. En otras palabras, celebran a Reagan y no a Martin Luther King. En casos extremos, hay que admitir, celebran al conquistador Juan Ponce de León.



If you want to find all the cops

They’re hanging out in the donut shop


El ataque ideológico a la solidaridad ha sido muy agresivo, y ha funcionado en más de una medida. Varios académicos han hecho un llamado elocuente al acatamiento, al cual adornan con citas poéticas, e ignora la violencia física y económica que se mantiene. Igualmente, Pedro “good cop” Pierluisi se muestra ofendido de que se compare a Puerto Rico con Egipto, y ciertamente hay que salvar diferencias milenarias. Ahora, descargar un arma Taser tres veces en una persona desarmada, que no presenta amenaza alguna, es una falta muy seria. La sesión 39 del Comité Antitortura de la ONU, de 2007, cataloga los Tasers como armas que se prestan para cometer actos de tortura. La prensa internacional, asimismo, ha estado mostrándose indignada por el uso de gas pimienta y balas de goma en contra de manifestantes pacíficos en los países del norte de África. En Puerto Rico, algunos miembros de nuestra uniformada han estado a la vanguardia de la opresión, lanzando unas y otras a mansalva, aun frente a escuelas primarias católicas dentro del casco turístico del país. Nuestro gobierno responde haciéndole un homenaje cuasimillonario al Superintendente de la policía y otorgándole otro cuasimillón a un bufete de abogados para evitar las sanciones que el Departamento de Justicia federal quiere impartir en el cuerpo policiaco boricua, que —indistintamente de sus servidores honestos que sí lo honran— acaba de ser parte, hace unos meses, de la redada por corrupción más grande de la historia del FBI.

Para nuestros representantes, quejarse de la violencia indiscriminada es un “constante, desmoralizante y destructivo ataque en contra de la Policía […] malagradecimiento, menosprecio, e insulto”. Y tienen razón cuando explican que la criminalidad ha disminuido, si nos atenemos a su definición de criminales: “estudiantes universitarios de bajo ingreso”, y sí, hay menos en la Universidad.

¿Habrá que insistir en que nada de esto es necesario? ¿No hemos visto a miembros de la policía de Madison, Wisconsin, unirse a sus conciudadanos y negarse a acatar órdenes injustas? Me gustaría creer que los sádicos de boina y kepi que apalean estudiantes son, por apropiarme de la frase de Ygrí Rivera, “un grupito de 30 o 40”, que no representa a la totalidad de la uniformada. De otra parte, no parece que atacar verbalmente a los policías vaya a favorecer la situación; suficiente tenemos con la campaña de publicidad y propaganda del estado. De otra parte, la víctima —y esto es muy injusto— debe padecer con una sonrisa en el rostro o si no se arriesga, en primer lugar, a recibir más golpes y, en segundo, a que vengan profesores universitarios a sugerirles cómo deben actuar. En última instancia, el que los “30 o 40” policías abusadores respondan por sus actos dependerá de la ACLU y del cabildeo de grupos de Derechos Humanos, no de los estudiantes de la UPR. No sé si debamos esperar que la pesquisa federal desmoralice el uso que Fortuño le da a la policía. El gobernador se está jugando su carrera política y si deja que las manifestaciones pacíficas de los estudiantes se conviertan en un modelo de lucha continental (en California, en Wisconsin, en Ohio), cargará en su currículo el haber permitido un efecto dómino.

El rol de los estudiantes que quieran continuar la lucha consiste en seguir organizando a sus compañeros de forma instruida y firme. Los partidarios de la administración pasan por alto la ilegalidad, la violencia y la contravención de Derechos Humanos, pero no perdonan el que un conteo de Asamblea se manifieste confuso: tal es el juego que les tocó jugar a los estudiantes, y deben seguir estas reglas arbitrarias. A fin de cuentas, aunque el sportsmanship nos soliviante para a “debatir, cuestionar”, con los más ciegos partidarios de la administración los estudiantes deben continuar haciendo lo mismo que han hecho hasta ahora: ignorarlos.

Y ya que la administración insiste en repetir consignas falsas una y otra vez (“los estudiantes son violentos”, “esto es culpa de la crisis”, “la situación está mejorando”), los académicos —tengan un grado ya o lo anden agenciando— debemos repetir los datos concretos una y otra vez (la reducción de la fórmula de ingresos de la UPR que implicó la Ley 7, los cambios en la mecánica de la administración universitaria, etc.).

Niall Ferguson, un prestigioso historiador de Harvard, escribe en el Newsweek de esta semana que Obama ha fracasado al no intervenir (léase “manipular”) en las manifestaciones democráticas de Egipto. Aún no se sabe qué pasará en el país africano (ni qué pasará en la UPR), pero si el pueblo egipcio logra alcanzar un ápice de la libertad que desconocía, las recomendaciones del profesor Ferguson, quien pactó hace años con el poder aglomerado, se desprenderán como escamas de piel reseca del cuerpo de la Historia. De igual forma pasará en nuestra isla. Los académicos que apoyan la violencia, el abuso y la intransigencia, como el profesor De la Torre, pasarán a la historia como pequeños villanos a sueldo. Hay, sin embargo, una forma de escapar a semejante malaventura: la solidaridad, ya sea con nuestro hermanos en África, en el Norte o a la vuelta de la esquina.

Ser solidario no es fácil, pero —si consideramos lo que está en riesgo—tampoco es tan difícil.

1 comment:

  1. Guau, Alejandro, qué increible post. Por casualidad he llegado a tu blog y me ha parecido genial. También por casualidad he llegado a la isla (soy Francisco, de Spain. nos graduamos juntos de la maestria en la UPR).
    Un abrazo,

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