Sunday, November 8, 2009

Reseña de Seva vive

Seva vive es un documental escrito y dirigido por Francisco Serrano. Se basa en el cuento de López Nieves que, hace ya un tiempo, creó una agitación en algunos círculos locales porque se leyó como un artículo histórico más que como una obra de ficción. Narra, como se sabe, un apócrifo levantamiento en armas por parte de los puertorriqueños ante la invasión norteamericana. El escenario del levantamiento habría sido el ficticio pueblo de Seva, al cual, luego de ser destruido, se le habría mudado el nombre a Ceiba. El cuento tocaba la llaga de un indigesto hecho histórico: los puertorriqueños nunca se sublevaron ante los invasores norteamericanos en el 1898. Ofrecía la fantasía de un levantamiento que nunca sucedió. Se formó un debate animado entre historiadores de distintas catervas, lectores, ideólogos y comentaristas que, al día de hoy, como la existencia de esta película confirma, aún agita la imaginación de la gente.

La película debe verse por más de una razón; desde un punto de vista “cinematográfico” es interesante porque hace mucho con pocos recursos. Una queja constante relacionada al mundo del cine local (si se le puede llamar “mundo”) es que no hay dinero para hacer películas. Pues bien, aquí hay una película buena (muy buena) hecha con poco (muy poco) dinero. De otra parte, si bien la película no va a entretener a grandes multitudes de espectadores displicentes, el hecho de que hora y media de entrevistas a profesores universitarios logre cautivar el interés de un público moderadamente mixto es ya, de por sí, un triunfo. El interés se debe, en parte, al colorido e inteligencia de los entrevistados, pero también (y esto es más importante) al alcance y actualidad de los temas que trata.

Hay una “verdad tácita”, una vergüenza molestosa que se ha intentado explicar de mil maneras, y a la que el cuento (y las lecturas del cuento de los entrevistados) enfrenta. Sucintamente: ¿fueron los puertorriqueños unos cobardes por no rebelarse ante los invasores? La pregunta es muy injusta, y ha provocado reacciones encendidas, una de las cuales parecería afrontar el texto. La creación de un mito, de una mentira que podría pasar por histórica, es uno de los temas que se han desprendido del debate que provocó el malentendido de “Seva”. Si los puertorriqueños no se rebelaron, ¿se podría inventar un mundo paralelo en el que sí lo hicieron? ¿Con qué propósito se haría esto? ¿Con qué grado de credibilidad? ¿No es acaso, para empezar, la premisa incorrecta?

Entre los historiadores entrevistados, Juan Manuel García Passalacqua es el único que apuesta por creer en una ficción. Argumenta que los textos históricos, los datos y los documentos oficiales están escritos por los “vencedores”, y por lo tanto no son del todo fiables. Sostiene además que, ya que Francia se fundó en la noción de que Dios le hablaba a Juana de Arco, no es inválido creer en “Seva” o en ficciones similares, ya que los pueblos necesitan fe en un mito para la creación de una imagen que los defina. Si bien Serrano ha dejado a Passalacqua solo para defender su punto anti-histórico, y aunque por momentos el comentarista resulte más visceral que lógico, no se debe despachar a la ligera su reproche. En todo caso habría que actualizar un poco su noción de las herramientas historiográficas: Noam Chomsky, el historiador del pasado inmediato más importante de los últimos cuarenta años, y a todas luces el crítico más acérrimo del gobierno norteamericano, basa la documentación de sus trabajos precisamente en los documentos oficiales del Archivo Público de los Estados Unidos. Chomsky y sus seguidores han demostrado que para desmantelar un andamiaje ideológico, y para sacar a la luz datos que atentan contra la legitimidad de los procesos históricos y políticos de un estado (al menos en el caso al que se refiere), no es necesario creer un mito.

De hecho, Passalacqua quizás exagera la importancia del mito. En realidad, los procesos históricos no se dan en base a mentiras que crea la gente, sino a complejas interacciones de una gran gama de factores. Uno de estos es la propaganda, que usualmente recurre al mito. En vez de hablar románticamente sobre un mito falso (pero “cierto” de alguna manera inexplicable) que mueve al pueblo y que lo define, habría que cuestionarse la función de la propaganda, y lo que Chomsky ha denominado la “manufactura del consentimiento”. Esta vía es mucho más fructífera y no requiere de la credulidad injustificada para entender la historia desde un punto de vista no oficialista. Creer que los “mitos” mueven los procesos históricos es muy interesante, y puede dar pie a tesis doctorales y a publicaciones especializadas, pero es, si se toma a la ligera, una explicación desorbitada y academicista que no solo guarda poca relación con lo que llamamos “realidad”, sino que empalma precisamente con la afectación erudita que Passalacqua intenta contradecir.

Si, para propósitos de una discusión, quisiéramos encontrar una posible tacha en la película (ejercicio innecesario, ya que esta es excelente), sería esto de que deja solo al pobre García Passalacqua, quien parece luchar solo en contra de la opinión de que, históricamente, el puertorriqueño ha sido dócil. La noción, como se sabe, fue articulada por René Marqués en su famoso ensayo, y ha generado varias discusiones. Partiendo de varias instancias históricas, Marqués sostiene que el puertorriqueño es incapaz de rebelarse, se subordina fácilmente ante opresión política y económica, y es en última instancia un cabizbajo. Se ha querido ver en el cuento “Seva” un ataque a esta visión ácida de la puertorriqueñidad, pero el argumento se cae cuando se considera el género literario de los textos. El de Marqués es un ensayo ácido, pero de pretensiones de interpretación histórica; López Nieves escribe un cuento. Enfrentar uno a otro es como poner a luchar a un gato contra un semáforo: son dos categorías tan distintas que enfrentar una a otra solo puede producir los inútiles dilemas en los que invierten su tiempo algunos académicos desorientados. La opinión de que la historia de un pueblo acusa “docilidad” puede ser visceral, pero su certidumbre no se debate con un poema o un cuento; se puede creer o no creer, pero contradecirla con una obra de ficción es un disparate.

Carlos Pabón cree desmentir la idea de la “docilidad” puertorriqueña con un argumento que está, al decir de Les Luthiers, “razonado fuera del recipiente”. Pabón propone que la violencia criminal sea una buena evidencia para probar que el puertorriqueño no es dócil. El brillante profesor ofrece algunas de las opiniones más acertadas del documental, pero evidentemente no discernió demasiado esta contestación; Marqués se refiere a indocilidad política, no a actos de agresividad interna y criminal. La indocilidad política a la que apunta Marqués se traduce en rebelión política, no en crimen; la falta de cohesión social y de integridad comunitaria, causantes del crimen (juntamente con la pobreza), revelan precisamente una docilidad ante un opresor político. El indócil de Marqués (y de Zeno Gandía) puede llegar a ser fraticida, pero nunca cuestiona activamente su situación social o histórica. Puesto sencillamente: violencia no es indocilidad política, y es un grave error confundirlas.

Curiosamente, quien mejor argumenta este tema (aunque llega a una conclusión incorrecta) es Passalacqua, que cita las acciones de los macheteros y los atentados en contra de Truman como actos de “indocilidad”, pero habría que plantearse si esto desmiente la opinión de Marqués. Estos fueron actos de iniciativa privada y no se tradujeron en movimientos populares: no trascendieron a un plano mayor que pudiese justificar que “los puertorriqueños” (la noción problemática que blande Marqués) no son dóciles. Lolita Lebrón ciertamente es indócil, pero Lolita Lebrón no constituye “los puertorriqueños”.

Ahora, el documental no solo presenta la opinión de estos estudiosos, sino que adopta una postura clara al respecto. Esto es muy interesante, y lo es más en la medida en que uno observa la sutilidad con la que toma su posición. La indocilidad se demuestra en acciones moderadamente recientes como el activismo en contra de la base militar de Vieques. El movimiento en contra de la base militar de Vieques fue un acto de verdadera indocilidad (y no simple violencia o gritería), en la medida en que pudo organizar varios grupos de apoyo a nivel no solo local, sino internacional. A esto debe su maravilloso éxito, y se debe comparar con malogrados intentos de indocilidad como todo lo relacionado a la venta de la Telefónica, por ejemplo. Creo que su éxito se debió en parte (además de los animosos voluntarios que incurrieron en desobediencia civil) a que pudo conectar favorablemente con distintas organizaciones en distintas partes del mundo; por ejemplo, varios grupos en los Estados Unidos proveyeron un soporte moral y activista que aportó una fuerza decisiva al desenlace de los esfuerzos locales.

La película quiere reducir el tema del “puertorriqueño dócil” al mismo nivel de la ficticia Seva: al plano del imaginario popular. Aunque (repito) no creo que sea conveniente enfrentar un texto de crítica social a un texto de ficción, la película, mediante la alusión a Vieques, nos obliga a replantearnos no si una mentira puede contradecir una triste realidad, sino si esta “triste realidad” es una realidad después de todo.

Seva vive empieza y termina con un descubrimiento que es una metáfora. Enterrados bajo las bases de Vieques y Roosevelt Roads están los cadáveres de aquellos hombres y mujeres que lucharon por nosotros, pero que nunca existieron. Desenterrar un cuerpo que solo existió en nuestras mentes es un buen punto de partida para escribir el pasado histórico y para sentarnos, armar un plan de trabajo y proyectar el futuro.

2 comments:

  1. Buen artículo. Interesante tema sobre el revisionismo of pasado-ficción. Sí, tiene muchas vueltas.

    De todos modos no se puede comparar la propaganda (que es fáctica y tiende a durar un período relativamente corto de tiempo, por ejemplo la guerra fría) con el mito que es más estratégico y forma conductas y visiones de mundo mucho más amplias (por ejemplo los mitos religiosos). En el caso de esta película, no llega realmente a ser un mito sino una simple ficción, al estilo de Rambo ganando la guerra de Vietnam para cierto colectivo norteamericano.

    Por supuesto que es importante la propaganda y su estudio, en particular en el mundo moderno y post-moderno. Pero también es cierto que la historia y la historiografía son mucho más amplias que un modelo bastante epocal sobre la ingeniería del conseso.

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  2. Bueno, esto es de los llamados "mitos nacionales" o "culturales". No creo que sea propaganda porque no parece que esté en manos de un aparato económico. But I may be wrong.
    El hecho de que el mito nacional de PR (o uno de ellos) no tenga más envergadura creo que es culpa de las proporciones de PR. Pero quizás sí, fíjate, la palabra "mito" le quede grande. Eso fue mala mía, no de la película.

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